lunes, 12 de diciembre de 2016

El secreto de la sirena

Cuando un pirata trata de cruzar un océano, se enfrenta a dos tipos de riesgos: los propios de la navegación y aquellos otros derivados de su nada edificante oficio.
En esa tesitura se encontraba el capitán del 'Lady Mermaid', a punto de partir de Unguja con la intención de cruzar el Índico. Apenas habían largado amarras y un miembro de la tripulación se presentó ante él con una nota que le había sido entregada por un muchacho árabe que había llegado corriendo por el muelle, para desaparecer de inmediato en el trasiego del permanente tumulto que envolvía la actividad del puerto. 
El pirata desdobló el mugriento papel y leyó el mensaje: "La sirena tiene un secreto".

Durante la breve singladura hasta Mombasa, capitán y tripulantes hicieron cábalas sobre su significado, es de suponer que bastante disparatadas todas ellas. Allí recibieron otra misiva de manos de un hombre de raza negra que corría con esa legendaria agilidad que tantas medallas ha dado a los keniatas en todo tipo de campeonatos pedestres.
Luego, en Mogadiscio, llegaría otra y una más en la legendaria isla de Socotra. Todas ellas hablaban del misterioso secreto de la sirena, lo que, dado el nombre del barco, inducía a pensar que algo valioso y desconocido se encontraba a bordo.
Fue difícil controlar a unos marineros obsesionados por la posibilidad de un tesoro o una maldición, así que al llegar a Bombay, no quedaba un rincón del 'Lady Mermaid' sin registrar y, aparte de algunas ratas en la bodega y un barril de ron extra (que algunos, tras dar cuenta de más de la mitad de su contenido, identificaron con el 'secreto'), nada apareció que pareciera tener razonable relación con los sucesivos mensajes.

Estando atracados en Bombay, un sikh les entregó un sobre azul con el nombre del barco y el tripulante que lo recibió no se atrevió a hacer pregunta alguna, al observar cómo la mano del mensajero acariciaba la empuñadura de su kirpán
Y, de nuevo, unas breves palabras insistían en el secreto de la sirena...

El pirata ya suponía que la sirena de la que hablaban los mensajes era otra. Y estaba en lo cierto. Sin duda se trataba de aquella sirena con la que contrajo matrimonio en las islas de Li Galli, tras haberla dejado embarazada frente a la costa de Positano. No era la primera vez que recibía informaciones parecidas sobre ella. Ahora estaba seguro de haber obrado correctamente al dejar encargado de vigilarla a aquel viejo lobo de mar amalfitano. Ya sabía que pretendería cobrarle caro por el trabajo, pero le daba igual porque, siguiendo su tradicional costumbre, no pensaba pagarle.
El marino-detective había hecho bien su trabajo y descubrió a la sirena en brazos de un oficial napolitano, jurándose amor eterno bajo una bóveda celeste cuajada de estrellas. Lo que no tenía previsto el pirata es que, sospechando que nunca cobraría de quien le hizo el encargo, el espía se lo contó todo a la sirena, a cambio de que fuera el napolitano quien soltase el dinero para cubrir los honorarios del de Amalfi y, de paso, tratar de proteger (dentro de lo posible, que no era mucho) la fama de la sirena.

La historia es sorprendente y yo la escuché en un lugar en verdad inesperado. Quien me la contó dijo que, con gran probabilidad, se trataba de un delirio. Yo, como es lógico, asentí, remarcando el carácter fantástico del relato. Sin embargo, acontecimientos posteriores, relacionados con unos documentos encontrados en el 'Lady Mermaid', una vez que fue subastado tras la captura del pirata, dan a entender que la sirena existió y que, desde algún lugar de la costa, la urna azul que contiene las cenizas del oficial napolitano sigue mirando hacia Li Galli, con la eterna esperanza de que nada de lo que se cuenta sea cierto.

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