jueves, 4 de agosto de 2016

Salud y libertad

El personaje conocido como 'Compadre' en la divertida pieza teatral de los hermanos Álvarez Quintero, titulada 'Los mosquitos', solía contestar "¡Y libertad!" cuando alguien le decía, a modo de saludo o despedida, la muy utilizada expresión "¡Salud!". Yo creo que lo hacía para abreviar la frase completa, que, probablemente, era la que él consideraba como receta para la vida, dada su personalidad y forma de pensar. Su lema vital debía resumirse en la expresión "¡Salud y libertad para disfrutarla!", que viene a ser un derivado de las tradicionales consignas bohemias y hippies, pero introduciendo un concepto, el de la salud, no por menos expresado en estos movimientos (que tanto tienen en común), menos presente en su forma de plantar cara a lo establecido, ya que sin salud, pocos recursos vitalistas quedan.

Es costumbre, en aras de la brevedad, resumir los lemas en solo dos palabras ('Amor y libertad', 'Paz y amor', etc.), pero todos llevan implícitos otros, normalmente los menos necesarios de ser reivindicados en cada momento histórico, pero que, si bien no se expresan, quedan implícitos en la manifestación de los valores que se defienden.
Claro está que no es mi propósito analizar aquí unos movimientos, tan conocidos como los mencionados, ni, mucho menos, profundizar en ellos. Sobre lo que sí me gustaría reflexionar es acerca de la importancia de algunos valores que la humanidad da por universalmente aceptados como claves para conseguir una vida feliz.

Dejando de lado el más valioso de todos, que no es otro que la actitud mental de cada uno y su manera de afrontar el paso por este mundo, lo mejor es referirnos a los tres más repetidos: salud, dinero y amor.
Ya sabemos que es un tópico resumir las claves de la felicidad en estas tres palabras, pero (con matices) no deja de ser un lugar común bastante bien orientado. Además, las tres están puestas en el orden de importancia correcto.
Sin embargo, los dos últimos elementos (dinero y amor) tienen una eficacia limitada, en la práctica, si no están enmarcados en un ambiente propicio para su desarrollo. En especial, desde luego, el amor, ya que el dinero siempre suele disponer de recursos para escapar de los problemas, habilidad de la que carece el amor.
Y este marco no es otro más que el de la libertad. Entendiéndola en su más amplio sentido.

Esta libertad es la que nos permite disfrutar plenamente de los otros bienes, ya que de nada sirve poseerlos si no tenemos la capacidad de utilizarlos.
Volviendo a los tres clásicos baluartes de la felicidad temporal, no debemos olvidar que tanto el dinero como el amor tienen usos alternativos desde el punto de vista material y espiritual, ya sean generosos y desprendidos o egoístas y mezquinos. Por el contrario, la salud es patrimonio casi inalienable de quien la posee, siendo mucho más complicado (que no imposible) transferir sus excesos o defectos.
Digan lo que digan los que quieren ser más románticamente correctos, si solo nos fuese dado quedarnos con uno de los tres dones, una inmensa mayoría (la más cuerda) elegiría la salud (en su ausencia, los otros dos son estériles).

Pues bien, la salud solo puede llegar a gozarse en plenitud bajo el cobijo protector de la libertad. Y es, precisamente, esta libertad la que la magnifica y eleva a una dimensión superior, capaz (con la inestimable ayuda de la naturaleza y la ausencia de complejos éticos, materiales, sociales o intelectuales) de hacernos vivir con esa virtud instintiva de minerales, plantas y, sobre todo, animales, quienes, como llevan más tiempo que nosotros sobre este planeta, saben apreciar en su justa medida lo que vale está mágica combinación.

Eso os deseo a todos: salud... y libertad para disfrutarla.

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