miércoles, 24 de agosto de 2016

Espectros sin maquillar

Fue Ethel Brown, la hermana de Guillermo, quien aseguró que una chica del pueblo (sin duda una aspirante a ocupar su bien ganado trono de máxima beldad local) parecía "un espectro sin maquillar".
Da igual que yo haya leído esa definición hace más de cincuenta años. Nunca he conseguido quitármela de la memoria (bien es cierto que tampoco he hecho el más mínimo esfuerzo por lograrlo). No solo me pareció (y me sigue pareciendo) una genial y elegante descalificación hacia una posible rival, sino que, sobre todo, fue creando en mi interior un sentimiento (no del todo superado) de intranquilidad al preguntarme, primero, si existen los espectros maquillados y, después, qué aspecto tendrían.
En cualquier caso, otro detalle (no insignificante) que se deriva del peyorativo comentario de Ethel es la conclusión de que es mucho peor ser un espectro sin maquillar que uno maquillado.

Pues bien, con el paso del tiempo (ahora lo ratifico en este escrito, pero me consta desde hace décadas), he llegado a la firme conclusión de que sí existen los espectros maquillados. Y no solo eso, sino que estoy absolutamente convencido de que la mayoría de ellos se maquillan.

Mi error para sentirme tan confundido con las palabras de la hermana de Guillermo fue dar por hecho que la acepción única de la palabra espectro es la de fantasma. No tuve en cuenta que tiene otros sinónimos, generalmente aceptados, como, por ejemplo, espíritu. Fue entonces cuando comprendí que no era un disparate formular de esa manera (tan peculiar, en apariencia) la disyuntiva 'maquillado/no maquillado', referida a un espectro.
Porque los espíritus se maquillan. Siempre lo han hecho. Y no está mal que lo hagan. Si no maquillásemos el alma igual que lo hacemos con el cuerpo (el vestido también es una suerte de maquillaje, tan importante, antigua y popularizada que ha desarrollado una identidad propia que va muchísimo más allá de la protección de las inclemencias del clima), sería difícil haber construido una sociedad civilizada, capaz de vivir en común.

El problema surge cuando el maquillaje es excesivo. En especial, si, además de exagerado, es malicioso. Y esto es algo que sucede con creciente frecuencia. 
Lo vemos en esas personas que no se conforman con disfrazar sus sentimientos, sino que adulteran sus propias emociones para que resulte casi natural su comportamiento. Así, el engaño es más sencillo, ya que, de tanto camuflar el alma, llegan a mezclar ficción y realidad, creyendo que su disfraz es parte sustancial de su naturaleza. 

En esos casos, prefiero los espectros sin maquillar. Aunque a la vanidosa Ethel Brown le resulten tan poco atractivos en una mujer.

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