miércoles, 1 de octubre de 2014

Más acá del bien y del mal

Y podríamos subtitularlo "Preludio de una filosofía del pasado", para completar, con más precisión, el contraenunciado de la obra de Nietzsche que da título a este artículo.

Si el filósofo alemán profundizaba en su crítica (en mi opinión, acertada) sobre la estructura del pensamiento de la gran mayoría de sus predecesores, dotando a sus conclusiones (el título, que impresiona, ya parece imponerlo así) de un sentido trascendente, no es menos cierto el hecho de que, en la vida cotidiana, se producen situaciones frecuentes que, careciendo de la profundidad filosófica de los temas que aborda Nietzsche, son causa o efecto de un comportamiento humano que tiene mucho que ver con el esquema del razonamiento de una buena parte (por no decir todos) de los filósofos que con sus sesudas disquisiciones han fecundado la historia de esta disciplina humanística, fundamental para la historia de la cultura.

Nietzsche decía que los razonamientos de los filósofos eran "interesados", en el sentido de ser una mera justificación ordenada de unas opiniones previas. Es decir, que no llegaban a sus conclusiones tras analizar objetiva e imparcialmente hechos, realidades o razonamientos puros, sino que los construían con el único fin de alcanzar un resultado particular y concreto que se correspondía con sus creencias y con su fe.
Pues bien, en un mundo más banal y, desde luego, material, en el que la metafísica de andar por casa es una mera herramienta para dotar a la simple física de unos valores superiores (o, al menos, de aspecto algo más elevado), esto pasa con demasiada asiduidad.

¿Quién no ha conocido a personas, ungidas unilateralmente (por ellas mismas, claro está) con los santos óleos de la virtud imaginaria y rodeadas de una aureola de virginal (es un decir) inocencia, capaces de construir la "verdad" a su imagen y semejanza, despreciando el debido reconocimiento a la lealtad?
No acostumbran estas personas a complicarse la vida (bastante complicada suelen tenerla ya, sin necesidad de meterse en más berenjenales) con elucubraciones que vayan más allá de lo cotidiano... o con otras que aborden la naturaleza del bien y del mal, en su sentido abstracto, sino que se mueven (con gran soltura, por cierto) en el terreno de lo normal, de lo próximo... del "más acá".
Primum vivere deinde philosophari es su postulado inicial, al que pronto eliminan las dos últimas palabras, por resultar obviamente superfluas para ellos. Porque, desde luego, a estas personas no les interesa para nada la filosofía, ni siquiera la barata. Y si sueltan el pájaro que tienen en la mano no es para cambiarlo por ciento volando, sino para sujetar por el cuello a otro más grande. Aunque el nuevo (o viejo recuperado, da lo mismo) sea pájaro, pero de cuenta.

Podríamos interpretar que Nietzsche calificaba de sofistas (en el sentido peyorativo de la palabra) a sus colegas, ya que construían argumentos de impecable lógica aparente para defender sus intereses intelectuales. Haciendo una interpretación paralela, a estos otros personajes, más preocupados por lo próximo y tangible que por lo lejano y etéreo, se les deberían aplicar unos adjetivos menos elegantes y, por supuesto, más vulgares.
Pero no vamos a hacerlo. Ya tienen suficiente con verse obligados a reptar por las empantanadas aguas de su vida para salir adelante, fingiendo que se mueven con la suave gracia señorial de un cisne musicalizado por Tchaikovsky. 
Un cisne negro, sin duda, pero cisne, al fin y al cabo.

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