miércoles, 22 de octubre de 2014

Tal vez mañana

Cuando las cosas se desarrollan de una forma absurda, es lógico que mantengamos la esperanza de que pronto vuelvan a su estado normal. Pero si ese "pronto" se eterniza, no es raro que se acabe perdiendo la fe en la sensatez del mundo o, al menos, en una parte de él que, indefectiblemente, sentimos próxima e incomprensible.
Muchas veces, aunque lo expresemos así, podemos entender lo que sucede y hasta somos capaces de llegar a justificarlo, porque la vida no puede girar alrededor nuestro, manteniendo un movimiento helicoidal perpetuo propiciado por nuestro propio desplazamiento vital, a través del tiempo y del espacio. Lo comprendemos, sí, pero nos resistimos a aceptar una permanente tozudez irracional (bastante frecuente, por otra parte) que impida a quienes deberían regresar a la sensatez, hacerlo para reintegrarse en el universo de la lógica. De nuestra lógica, claro, porque lo medimos todo con nuestras propias unidades, que consideramos deberían estar expuestas en el Museo de Pesas y Medidas de París, por ser de una aleación de platino e iridio mucho más perfecta y valiosa que el metro patrón que allí se conserva.

Sin embargo, hay que aceptar que no es así. Cada uno tenemos un concepto particular de todo lo que es patrimonio del pensamiento y, más aún, de cuanto compete a las emociones y sentimientos, cuyas verdaderas derivaciones solo podemos conocer nosotros (y no siempre, ya que es frecuente confundirlas).
Lo que para nuestro entendimiento (muchas veces interesado, aunque no nos percatemos de ello) es verdad irrefutable, suele ser duda existencial para otros. Y viceversa.
Esto complica mucho las cosas, si bien no impide que sigamos esperando que todo cambie para regresar al pasado. O al futuro, que puede ser lo mismo. Porque lo que, en verdad, se busca no es el pasado, sino el futuro del pasado. Una época que no suele coincidir con el presente y que solía tener un aspecto decididamente mejor.

Si está previsto un acontecimiento en el que, desde nuestro particular punto de vista, puedan llegar a producirse unas circunstancias que nos permitan avanzar hacia la normalidad, lo buscaremos, lo esperaremos... a menos que el miedo o la pereza nos impidan afrontarlo. Y estando dispuestos a arrepentirnos de nuestros errores (que suelen ser más y mayores de lo que reconocemos) habremos ganado mucho. 

Nos diremos a nosotros mismos esas tres palabras, que parecen solo el principio de una frase, con el sigilo necesario para no ahuyentar a la suerte. Una suerte que no llegamos a conocer del todo, pero en la que creemos porque la hemos vivido y nos consta que fue buena.
Y, efectivamente, son el principio de una frase que se queda incompleta porque no sabemos cómo deberíamos continuarla...
Pese a todo, también es posible que mañana no llegue nunca y hay que estar preparado para ello. Ya lo decía Garth Brooks mucho mejor de lo que yo pueda contar aquí con unas cuantas palabras entrelazadas que no acaban de explicar casi nada de lo que, en realidad, quiero decir.

Tal vez mañana sepa decirlo mejor.

No hay comentarios: