lunes, 9 de febrero de 2015

Hotel California

En todos los desiertos del mundo (y desiertos los hay en cualquier parte, incluso en el centro de grandes ciudades) hay un Hotel California.

Son hoteles extraños, que aparecen de improviso en mitad de una noche larga y en los que se entra para no volver a salir de ellos. Solo existen de noche, porque son irreales... pero abducen, como algunos objetos extraterrestres, capaces de arrancar a las personas de su medio natural para trasladarlas a un estado de equívoca consciencia, sutilmente enajenada.
Los Eagles no sabían si se trataba del cielo o del infierno, pero yo me inclino a pensar que no era lo primero, así que tiene muchas posibilidades de ser lo segundo.

Allí todo parece casi verdad, pero todo es mentira. Es un lugar que no existe, que no se puede buscar... pero que él sí te encuentra a ti. Y cuando lo hace, es difícil evitar entrar.
Una luz engañosa que aparece en la noche, tras muchas millas de travesía por uno de esos grandes desiertos que surgen por todas partes cuando se pone el sol, es muy difícil de esquivar después de tantas horas seguidas al volante. 
Dicen que nadie ha conseguido salir de uno de esos fantasmagóricos hoteles.

Sin embargo, yo escuché la leyenda de alguien que sí lo logró. Y no una, sino varias veces. Tres, para ser más exactos. La primera, la luz tenía aspecto de faro, pero era el fuego de San Telmo, enredado en la arboladura de un bergantín errante. La segunda, de albergue abandonado en mitad de una ciudad llena de espíritus ambulantes. Y la tercera, no era más que un inmenso y desolador desierto.

Cuenta esa leyenda que salió de los tres sitios andando, por su propio pie, caminando con normalidad, sin hacer aspavientos... y, desde luego, sin mirar atrás. Siempre tuvo sobre su cabeza, iluminando su camino, un par de luceros azules que nunca dejaron de brillar, ni en las noches más oscuras. 
En su escudo de armas quedaron grabadas tres frases, en memoria de su paso por aquellos espejismos nocturnos en los desiertos: 'O fortuna', decía una; 'Nunca es tarde', rezaba otra; 'Heart of darkness', se leía en la última, que era la que estaba grabada más profundamente en la piedra de su torre.

Pero, sin duda, este caso fue una excepción, porque como bien nos enseñaron los Eagles hace ya muchos años (y ya hemos dejado muy claro unos cuantos párrafos más arriba), el Hotel California es un lugar del que, una vez que has entrado, es imposible salir con el alma unida al cuerpo. Nadie ha podido hacerlo. Menos el de la leyenda. Aunque ya se sabe que no todas las leyendas son historias reales, claro.

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