lunes, 16 de febrero de 2015

Deportes de invierno

Determinados deportes, como el golf, parecen más indicados para épocas en las que el clima es menos duro. Por el contrario, el invierno suele propiciar otras prácticas.
Algunas de ellas no son deportivas, en el más estricto significado de la palabra, pero nunca falta quien las ejecuta (en su sentido más literal, a veces) con ese espíritu relajado y festivo, que nos traslada a los orígenes de los juegos restaurados por Coubertin, en los que participar era, en sí mismo, un premio.

Las intenciones del olímpico barón eran, bien es cierto, bastante más saludables que las de muchos de estos aguerridos defensores de lo propio, cuyo profesionalismo interesado hubiese chocado frontalmente con la vocación amateur promulgada por el bueno de Pierre.
Pese a todo, es justo reconocer que las actividades veraniegas de estos especialistas suelen estar concentradas en otros campos, en apariencia opuestos a sus mejores virtudes innatas. Y no es que carezcan de destacadas cualidades en las disciplinas que practican en los meses más cálidos (en las que demuestran, asimismo, su muy entrenada habilidad), sino que al llegar el invierno es, por lo general, cuando alcanzan sus marcas más significativas.

Es, por tanto, oportuno calificar como deportes invernales ciertas pautas implementadas por ellos en la estación fría, llevadas a cabo con ese entusiasmo competitivo que caracteriza a quienes siempre aspiran a alcanzar lo más alto, de la forma más rápida posible...  y aunque tenga que ser a la fuerza (que es la expresión del lema olímpico, reformulada con ligeros matices). Suelen ser estas personas, de invernales sentimientos, proclives (como el célebre don Guido de Machado) a la monomanía de asentar la cabeza 'a la manera española'. Estos entusiastas guidos vocacionales procuran (como el viejo señor de Sevilla, cantado por el poeta) casar con alguien de gran fortuna y, si surge algún inconveniente que lo impida (que ya estén casados, por ejemplo), tienen el ingenio suficiente para encontrar métodos sucedáneos alternativos. El caso es asentar la cabeza.

Luego, perpetrado su récord en lo más crudo del invierno, se inscriben, de forma voluntaria, en el Libro Guinness, omitiendo ciertos detalles de sus logros y trayectoria, que no consideran relevantes para los lectores. Así, sustituidos los serrallos por devotas cofradías y los viejos cirios por otros de cera (que empuñan con idéntica destreza), cambian viernes paganos previos por jueves santos posteriores, y asunto resuelto.

Eso sí, todo en invierno y, a ser posible, aprovechando alguna festividad gremial destacada (pero poco conocida fuera de su sector) que multiplique el alcance de su lanzamiento y, en consecuencia, les permita llegar mucho más lejos de lo que nadie haya llegado nunca. 'Más allá de la imaginación', como decía el pobre y enmascarado Fantasma de la Ópera...

Al fin y al cabo, sostienen, el deporte no es más que eso: un juego. No hay que darle mayor importancia. Cierto, es de riesgo, pero solo para quien lo sufre, no para el que lo practica... aunque esto último no queda garantizado de antemano por el comité organizador y se han dado casos de patinazos notables (no es de extrañar, teniendo en cuenta las bajas temperaturas de esos meses y el tipo de superficies sobre las que se desarrollan estas resbaladizas actividades).

¡Deportes de invierno!... o, mejor dicho aún, winter sports!... sports d'hiver!
Porque, traducido al extranjero, casi todo suena más atractivo.

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