miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mantis

No todas las mantis son religiosas. Algunas no rezan nunca... puede que la mayoría.
Llama la atención que tengan un solo oído y más, aún, que esté situado en el pecho. Curiosidades de la naturaleza, que ha completado su capacidad depredadora con otras cualidades singulares (algunas de ellas inquietantes), lo que ha contribuido, de forma notable, a agrandar su leyenda entre los hombres.
Su especial belleza llama, desde luego, la atención, así como su capacidad para adaptarse al medio en el que se mueve, lo que, sin duda, favorece, de forma notable, su habilidad natural para alcanzar sus objetivos y atrapar a sus presas.

Las mantis tienen una voracidad inmensa. Observan, estudian, analizan, esperan... y ¡zas! atacan a la velocidad del rayo para obtener su captura. Ellas se mueven despacio, como si nunca tuvieran prisa, pero, cuando llega el momento oportuno, transforman sus suaves y acompasados movimientos y los convierten en un relámpago imprevisto, fulminante y letal.

Por algo han conseguido fascinar a los hombres de todo el mundo. Dicen que hasta algunas artes marciales están inspiradas en su forma de atacar. Suelen preferir devorar vivas a sus presas, de las que solo aprovechan lo que más les gusta. El resto, lo desprecian. Son muy selectivas.

La mantis caza al acecho. Y, cuando su desprevenida víctima trata de escapar, ya está siendo devorada.

He leído algunos libros y artículos sobre el tema, y en todos ellos se nos explica que la relación de la mantis con el hombre ha sido siempre contradictoria, a través de los tiempos. Por un lado, despierta curiosidad y admiración, pero, por otro, suscita gran desconfianza y miedo. La cultura popular la considera peligrosa, tal vez por sus inquietantes costumbres, entre las que destaca el hecho de que, en determinadas ocasiones, devora al macho tras haber copulado con él. A veces, incluso, durante el propio apareamiento, lo que no deja de ser un comportamiento nada edificante y, sobre todo, muy poco tranquilizador.
Hay quien asegura que no es para tanto, pues no siempre acaba con su pareja, convirtiéndola en parte de su dieta, pero nadie puede negar que este canibalismo es bastante inapropiado en un ser cosmopolita, como la mantis.

Así que nos conformaremos con contemplarlas (a una distancia razonable, claro está) y disfrutar, modificando su comportamiento en nuestra imaginación, de lo que podría haber sido una creación casi perfecta de la naturaleza... si hubiese moderado (al menos, en parte) sus inagotables ansias depredadoras y, en especial, las menos saludables para sus congéneres.

1 comentario:

Cesar Chavez dijo...

Notable descripción. Gracias por compartirla