martes, 11 de marzo de 2014

Houndstooth

Siempre me ha intrigado el hecho de que el clásico dibujo blanco y negro sobre un tejido, que en español se llama pata de gallo, se conozca en inglés por el muy diferente nombre de houndstooth, es decir, diente de sabueso (o de perro).

Fue leyendo una biografía de Anthony Jordan (el famoso periodista, que llegó a presidir la Asociación de la Prensa de su país, aparte de dirigir, durante muchos años, un conocido tabloide) cuando me llamó tanto la atención aquel capítulo en el que Anthony recibía en sus oficinas a un colega más joven que él, cuyo nombre no recuerdo, y, tras haber finalizado su reunión, ambos pasaron a un despacho próximo en el que, sentado a la mesa, se encontraba un sonriente maniquí de melena lacia, vestido con una chaqueta de houndstooth.
Al colega de Anthony le resultó muy sorprendente, pero el viejo periodista le aseguró, mirando a su visita por encima de sus grandes gafas, que él se había decidido a contratar al maniquí para evitar males mayores. Acto seguido, insistió en lo acertado de su medida y despidió, con cortesía, a su colega sin dar más explicaciones.

La biografía no vuelve a mencionar al maniquí ni a su llamativa chaqueta hasta que, en el epílogo, explica las sutiles diferencias entre la pata de gallo y el houndstooth (casi inapreciables para la mayoría) y nos cuenta que, en su testamento, dejó establecido que al amigo que le visitó aquel día le fuese entregada una enorme fotografía del sonriente maniquí.
Al parecer, esa gran ampliación estuvo en una de las paredes del club del colega durante mucho tiempo, hasta que desapareció en una mudanza.

La misteriosa biografía de Jordan sugiere que aquella ampliación contenía un
secreto relacionado con el houndstooth que nunca fue revelado.
Hoy parece, por lo que se lee de vez en cuando, que hay mucha gente interesada en hacerse con la fotografía y, más aún, con la chaqueta, que ya pertenece a la iconografía clásica de la literatura de suspense.
Hasta Hitchcock estuvo a punto de hacer una segunda parte de su "The Birds" con una prenda como esa, de la que, en un momento dado y en el instante menos esperado por los espectadores, los houndsteeth surgen con furia, atacando mortalmente a quien se acerca, desprevenido, al sonriente maniquí.



Tal vez tuviera razón el bueno de Anthony y sea recomendable que todos tengamos cerca un maniquí de larga melena y chaqueta de houndstooth, pero a mí me da un poco de miedo. La pata de gallo es otra cosa... pero esos dientes de perro, camuflados tras un dibujo de apariencia inofensiva y geométrica, son algo de lo que parece recomendable mantenerse alejado y a salvo.

Nadie sabe qué fue del maniquí, si es que llegó a existir, claro está. Aunque la leyenda cuenta que se le ha visto en las tardes más calurosas del verano, en la misma calle en la que estuvo la oficina de Anthony, siempre con aquella chaqueta de pequeños cuadros blancos y negros... llenos de dientes puntiagudos.

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