domingo, 16 de marzo de 2014

Cerrado por avería (mental)

Algunas averías son muy difíciles de arreglar.
Por ejemplo, hace muchos meses que veo un cartel en la ventana de un restaurante que dice, lacónicamente: "Cerrado por avería". El cartel es una simple hoja blanca, con unas letras impresas por un ordenador casero, lo que aumenta la sensación de eventual provisionalidad que transmite el mensaje.
Sin embargo, allí sigue, sin ningún síntoma externo de que la avería se encuentre en proceso de arreglo.

Y no es, desde luego, el único que he visto con una información parecida. Casi siempre son carteles sencillos, escritos a mano o, como mucho, con una impresora doméstica. La mayoría dan la sensación de avisar de una pequeña avería, susceptible de ser reparada con relativa facilidad, pese a lo cual, permanecen durante un considerable período de tiempo, a veces, hasta que el sol y las inclemencias meteorológicas acaban por borrarlos.
Ignoro si esconden sofisticadas operaciones de marketing, como esos carteles que solemos ver en verano junto a algunas carreteras en los que se anuncia, sobre un rudimentario puesto de tosco aspecto, con una pésima (yo creo que muy estudiada) escritura:
HAY MELONE
El tamaño de letra va en progresiva disminución, a medida que el autor se va dando cuenta de que no le va a caber el rótulo entero en el espacio que tenía reservado para ponerlo en grandes caracteres y que estos fueran bien visibles desde la calzada. Normalmente, nunca queda sitio para la ese final.
Siempre he sospechado que este tipo de mensajes respondían a ingeniosísimas estrategias publicitarias, nada fortuitas, encaminadas a transmitir el subliminal mensaje de que los melones eran ofrecidos por rústicos artesanos (hombres de campo que no entienden ni saben de letras, como diría Manolo Escobar), sin la mediación de intermediario alguno.


Y, hablando de melones, aprovecharemos para mencionar otros (de esos que algunos llevan encima de los hombros).
Estos melones (dolicocéfalos unos, mesocéfalos o braquiocéfalos otros y minicéfalos los más) suelen reaccionar a las averias eventuales de la misma forma que esos locales que permanecen cerrados durante larguísimas temporadas sin causa aparente justificada. Los hay, incluso, que no vuelven a abrir jamás.

Averías mentales que provocan apagones perpetuos y que sumen en el silencio definitivo a quienes sufren este tipo de daños. Daños que modifican, de forma sustancial, el funcionamiento de un aparato cerebral que parecían tener correctamente instalado.
Suelen tener un origen externo y producen cortocircuitos neuronales severos, de consecuencias imprevisibles. La mayor parte de las veces, muy sorprendentes e inesperadas.

En estos casos solo cabe la paciencia. Y esperar a que acabe triunfando el sentido común y vuelvan a abrir... antes de que sea demasiado tarde.

No hay comentarios: