viernes, 2 de enero de 2015

La suerte y lo increíble

La suerte existe. Sin ella, por ejemplo, yo no habría podido lograr el Campeonato Mundial de Cara o Cruz, celebrado en Aravaca a mediados de los años sesenta del pasado siglo.
Gracias a la suerte lo gané. Pero si aún lo conservo no es por causa de mi buena fortuna, sino porque, desde aquel ya lejano momento, he mantenido una actitud prudente y no he vuelto a ponerlo en juego. 

También existe la mala suerte (que se lo pregunten, si no, a mi amigo Mala Estrella), pero una y otra necesitan de algún elemento adicional para su consolidación definitiva.
La voluntad es uno de esos elementos, como bien demuestra el caso de mi casi vitalicio cetro en una disciplina que bien pudiera ser olímpica, aunque solo sea por la influencia que en ella tiene la voluble hija de Júpiter y Juno.

Por otra parte, cuando el año empezaba el segundo día de enero, se llegaron a crear ciertas tradiciones que, analizadas con la perspectiva del tiempo, son susceptibles de revisión.
Tal vez la más relevante fue la del famoso graffiti in agenda que, con una sola palabra, parecía transmitir un sentido extraordinariamente positivo a una incredulidad, expresada con signos de admiración de esos que unos olvidan y otros recuerdan para siempre.
Sin embargo, la inocencia es determinante en estas interpretaciones y suele jugar malas pasadas. Es algo que ocurre con la acepción de la palabra 'increíble'. Cuando se escribe (enmarcada con signos de admiración) en determinados libros o cuadernos en los que se apuntan cosas más o menos importantes, todos tenemos la natural tendencia a traducirla por 'excelente' (sin duda, inclinándonos por su segunda acepción, en una no literal y muy positiva versión), olvidando que el diccionario de la Real Academia deja muy claro, en primer lugar, su significado más común: 'Que no puede creerse'.

Un error notable que acabamos descifrando con la ayuda de los acontecimientos que se suceden con el devenir de los años posteriores a su registro. ¿Por qué nos empeñamos en entender que algo que no puede creerse sobresale, para quién lo escribió, en bondad, mérito o estimación? 
La respuesta es bien sencilla: porque para nosotros mismos sí destacaba su excelencia y aprecio. Nos pasa muchas veces.

Por eso, ahora, conviene reflexionar sobre esa nueva frase, escrita veintitrés años más tarde, cuya interjección inicial denota un vivo deseo de que el año que acaba de comenzar sea afortunado (seguida, también, de un expresivo signo de admiración que ayuda a enfatizar el sentimiento).
Y pensar en ello nos vuelve a recordar que la voluntad de quien lo manifiesta juega un papel fundamental en la posibilidad de que se cumpla.
Hay que ayudar un poco a la diosa Fortuna para que su rueda gire en el sentido adecuado. Yo ya lo he hecho.

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