martes, 13 de enero de 2015

Vendaje de órganos

En enero es muy conveniente vendar los órganos más sensibles.
Es una medida preventiva muy recomendable, en especial, a finales de mes. Yo he conocido a personas que han sufrido mucho en esos días. Y ha sido por no tener sus órganos bien protegidos en una época tan poco propicia para el mantenimiento de su amenazada integridad.
Claro está que es muy difícil tenerlos todos a salvo, porque son muchos los que hay que cuidar y nunca se sabe cuál de ellos es el que va a recibir el peor ataque, así que, si hay que elegir, yo recomiendo el corazón. El cerebro (que, como todos sabemos, es el segundo órgano favorito de Woody Allen) no hay quien lo proteja y, además, si lo vendamos demasiado corre el riesgo de atrofiarse, lo que sería una contraindicación seria y produciría efectos secundarios muy arriesgados que podrían mermar las defensas del afectado.
Porque las defensas conviene tenerlas altas en enero. Bueno, y, también, en los meses siguientes, ya que será necesario utilizarlas por pocos ánimos que nos queden a causa de la naturaleza y el origen de los ataques.
Proteger algunos otros órganos menos vitales es, a todas luces, estéril. Y nunca mejor dicho.

El vendaje del corazón debe hacerse en forma de cruz, con lo que conseguiremos aumentar su eficacia y estaremos preparados por si llega lo peor y se produce un desenlace fatal (que, de uno u otro modo, siempre suele serlo, aunque solo sea en sentido figurado). 
Es cierto, sí, que la cruz debería haber sido instalada con mucha anterioridad en nuestro corazón, pero eso es algo fácil de decir y que casi nunca se hace, pues todos somos remisos a creer que la maldad se va a cebar con nosotros, sin que medie causa aparente ni tenga lógica o sentido alguno.

Pero hay quien venda otras partes de su cuerpo, con fines relativamente contrarios a los antes mencionados. Esas personas se vendan otros órganos, poniendo especial interés en los que son necesarios para que funcionen los sentidos. Tacto, gusto, olfato, oído y, sobre todo, vista, son un peligro para ellos.
Estas personas no pueden permitirse la menor distracción cuando van a poner en marcha su ofensiva (aquí, de nuevo, viene a cuento utilizar el adjetivo 'fatal'). Poco importa que estén siendo dirigidos por terceros. Y tampoco es relevante que, en su fuero interno, sepan que son cómplices (disfrazados de protagonistas imprescindibles) de tropelías interesadas que a nada conducen, a medio plazo. Por eso utilizan el vendaje. Como el boxeador que protege sus manos con vendas antes de subir al ring... o el caballo del picador, antes de salir a la plaza. Si no lo hacen ellos, siempre hay alguien detrás dispuesto a sujetar la venda sobre sus ojos con firmeza. Normalmente es quien más beneficio pretende obtener del atropello y quien más tiene que ocultar en todo el asunto. Eso sí, suele ser alguien que está en una situación de dominio, lo que le faculta para ejercer su abuso de poder.

Luego pasa el tiempo, los años... las décadas, tal vez, y quien actuó con los ojos vendados tiene que refugiarse en la soberbia para mantener un silencio que ya no beneficia a nadie y que sigue haciendo daño a quien tuvo que vendarse el corazón.

Aunque siempre a quien más le acaba doliendo es a quien enrocó su torre de marfil en aquel damero maldito, en el que su jugada quedó atrapada sin remedio.

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