viernes, 17 de enero de 2014

Peripatetismo ilustrado

El despotismo ilustrado es una excelente forma de gobierno empresarial. Mucho mejor, desde luego, que la férrea dictadura económico-financiera que suele imperar en nuestros días.

En las empresas instaladas en países de regímenes democráticos, la tiranía ha persistido más allá de lo que las tendencias políticas y sociales de los tiempos contemporáneos parecían pronosticar, por lo que dos o tres siglos después de Montesquieu, Diderot o D'Alambert, una proporción mayoritaria de modernos empresarios ha seguido decididamente aferrada a criterios muy anteriores a los desarrollados en el siglo de Rousseau.

Disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón parece un objetivo encomiable. De igual forma, combatir la ignorancia y la superstición con las armas de la razón humana, siempre me ha parecido un buen método para intentar construir un mundo mejor.

Sin embargo, aquel movimiento intelectual que culminó con la independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, no parece haber cuajado del todo en el comportamiento de muchas personas.

Desde el punto de vista filosófico, denominamos peripatéticos a los seguidores de la doctrina aristotélica, al parecer, por la costumbre heredada de su maestro de hablar o discutir mientras caminaban.
No es mala esta costumbre, ya que el mero hecho de andar o pasear es, en sí mismo, una forma de pensar y filosofar, asimilando una parte de lo que nos ofrece lo que nos rodea, al interactuar con nuestra sensibilidad intelectual y física. Pero, por desgracia, no todo lo peripatético es filosófico y profundo, sino que muchas personas se mueven en trayectorias espirales o helicoidales, dando vueltas concéntricas sobre sus errores para, como mucho, trasladarlos a través del tiempo y el espacio.

Es este un peripatetismo con otros orígenes etimológicos. Su significado sería algo así como la actitud de quien da vueltas alrededor de su propia condición patética.
Hay gente así. Suelen inspirar pena, matizada por una sensación de dolorosa tristeza.
Y, también, existe otro colectivo, desarrollado a partir de los anteriores, que ha modificado ciertas actitudes y comportamientos con el fin de producir en los demás un efecto diferente, sin abandonar sus consolidados principios peripatéticos fundamentales.
Son personas cuya posición personal, social y/o laboral exige una imagen más dinámica y proactiva que la de los de condición más humilde o espíritu más débil.
Por eso adoptan un estilo más ilustrado que el de los pobres peripatéticos convencionales, incapaces de abandonar su vértigo interior incluso en sus relaciones con terceros.

Son verdaderos peripatéticos ilustrados, muy eficaces en la vida moderna, aunque desolados en su fuero interno, que se ve obligado a soportar la dura carga que provocan sus esfuerzos hacia el exterior.
Pero mantener el tipo en la sociedad actual es complicado y requiere un sacrificio continuo para mantener la forzada sonrisa cautivadora y ser capaz de vestir, a diario, la giubba leoncavallesca, tan imprescindible en las sórdidas tareas sociales y profesionales que requiere su situación.

Es indiscutible que esta bipolaridad tan acentuada tiene sus servidumbres, en especial cuando el empeño helicoidal con respecto a determinadas personas se vuelve obsesivo, al haber entrado en conflicto con un sentimiento de orgullo irreflexivo, salpicado de connotaciones morbosas adulteradas.

Claro que, al menos, hacen felices a otros con sus brillantes actuaciones sobre el escenario. Es la ventaja de quienes, aunque peripatéticos como el que más, gozan de las virtudes de un espíritu ilustrado.

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