martes, 6 de julio de 2010

El seis de julio

Durante muchos años, el seis de julio fue una fecha importante.
Una fecha en la que siempre pasaban cosas. El lío empezó en 1958, pero tuvo otros momentos álgidos. Como en 1981, en 1997... y hasta en 2006, aunque este último haya sido negado hasta la saciedad.
Nacer es costumbre de los humanos (y de otros muchos seres, claro), por lo que, en buena lógica, no debería ser un hito digno de ser tenido en cuenta. Pero hay efemérides que sí merecen el recuerdo.
En 1981, por ejemplo, una agencia estrenó su nueva vida en España. Casi podríamos decir que empezó su era moderna. Como nadie tomó la precaución de escribirlo con tinta indeleble, sino simpática, es difícil que, treinta años después, esté presente en la pequeña historia contemporánea de la publicidad. Ni siquiera en la aún más pequeña de la propia agencia.
Sin embargo, la agencia, que apenas existía en aquellos días, creció. Creció mucho. Y llegó a ser una de las grandes, a pesar de que nadie apostaba por ella. Lo más probable es que no haya más de una persona en el mundo que lo sepa. No importa. En el sistema binario, el uno es el mayor dígito. Y el binario es un sistema tan bueno como cualquier otro.

Dieciséis años más tarde, en pleno 1997, hubo un regalo. Un regalo que parecía importante. Pero no lo era. Tardó en saberse, desde luego, pero resultó ser un regalo vulgar. De esos que se hacen todos los días, a todas las horas. Lástima que sea de los que no se pueden devolver, porque nunca debió ser aceptado. Fue un regalo interesado. De los que buscan algo a cambio. O sea que, en realidad, no fue un regalo. Nada de lo que se da con la esperanza de obtener algo en contrapartida es un regalo. Como mucho, es un intento de trueque. Una transacción comercial enmascarada. Una publicidad subliminal engañosa, contraria al Estatuto de la Publicidad. ¿Que qué es el Estatuto de la Publicidad? Bueno, eso lo dejaremos para otro día, porque nada tiene que ver con el tema que nos ocupa.
El caso es que el seis de julio de 1997, hasta el alma del poeta de Moguer vibró con entusiasmo. Y eso que llevaba cerca de cuarenta años enterrado. Pero ni Zenobia ni el mismo Premio Nobel habían sido capaces de producir un efecto comparable al de aquel regalo, que parecía fruto de un árbol que nunca hubiese podido crecer en un alma yerma. Las paredes del poeta temblaron de emoción, aunque no eran más que ladrillo y yeso. Yo me creía que estaban hechas de otra cosa. Tonterías mías. Como lo de creerme que el regalo era un regalo.

Luego, en 2006, se repitió el regalo. Pero esta vez, además, estaba envenenado. Con una especie de curare, el veneno de los cazadores de cabezas, que paraliza a sus víctimas y las deja a merced de sus captores. El maldito regalo se impuso a la disminuida voluntad de quien nada podía hacer por rechazarlo, entre celestes fantasías imaginarias. Venenoso y con mecanismo de relojería, activado para explotar en seis meses. La música, apretada al corazón, como la hiedra de Agustín Lara, no dejaba oír el tic-tac del siniestro reloj.

Si don Benito Pérez Galdós hubiese nacido un siglo más tarde, habría cambiado el quinto título de su segunda serie de episodios, restándole un día.
"No creo en el destino", dijo Electra, antes de que los hados la precipitasen a su tragedia fatal.
La nueva Electra modificó el texto de Sófocles y escribió con una flecha impregnada en esa sustancia pastosa, de color pardo, que abunda en la cuenca del Amazonas, una historia delirante que nadie más que ella misma creyó.

La agencia siguió su camino, con la fecha borrada de su bastidor. Los años, cifras al fin, se perdieron en el calor de muchos veranos... 1958... 1981... 1997... 2006...
San Fermín esperó paciente, un año tras otro, a la vuelta de la esquina, para lanzar su chupinazo festivo. "¡Viva San Fermín!", gritaron cien mil gargantas, ahogando con su algarabía la tristeza del poeta en su celeste exilio. "¡Viva!", respondió la multitud.
Entre el bullicio, apenas se distinguía la voz del trovador ciego que acertaba a recitar los versos de Espronceda, al paso del vuelo de una paloma negra:

Gocemos, sí; la cristalina esfera
gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
del mundo hermoso que al placer convida?

1 comentario:

Samael dijo...

Muchas felicidades (supongo que es tu cumpleaños), y que tengas muchos y variados regalos.