miércoles, 19 de octubre de 2016

Corazón a pájaros

Tener la cabeza a pájaros es síntoma de despiste y fantasía permanente. Todos hemos utilizado esa expresión para referirnos a alguien que se evade de la realidad y está más en contacto mental con las nubes que con la tierra firme. Podríamos decir que es lo contrario a tener los pies en el suelo.
Desde nuestro punto de vista, no es, necesariamente, algo malo (pese a que suele utilizarse en ese sentido), pero no se pueden negar los problemas que suele causar en la vida cotidiana de una persona el exceso de aves revoloteando por el interior de su cabeza. Sobre todo, cuando es algo que le sucede de forma habitual.

Pero existen otros casos, de los que habla menos el refranero y parecen estar un tanto olvidados por la sabiduría popular, en los que la imaginaria ubicación de esos antes mencionados pájaros es distinta, aunque no por ello carente de consecuencias para quien padece su presencia.
Me refiero a esos desventurados que lo que tienen 'a pájaros' es el corazón. Se habla poco de ellos, pero los hay por todas partes. También están distraídos, al igual que sus compañeros más nombrados, y, como ellos, sufren de despistes frecuentes. 
La diferencia estriba en que a estos últimos lo que se les va por los aires es el corazón.
Y, lógicamente, al tenerlo lleno de pajarillos volanderos, son muy atractivos para ciertos depredadores (aves y serpientes, en su mayoría), ya que los ingenuos habitantes de su pecho suelen ser presa fácil para quienes buscan alimentarse de los sentimientos que revolotean en su interior.

En opinión de los ornitólogos emocionales, aquellos individuos que tienen el corazón a pájaros son mucho más vulnerables que quienes los llevan en la cabeza, ya que las distracciones mentales suelen afectar a temas intrascendentes, relativamente fáciles de recuperar mediante métodos tan sencillos como la repetición o la insistencia. Además, cuentan con la indulgencia de una sociedad que los identifica con personas soñadoras y sin malicia.

Sin embargo, los del corazón pajaril no tienen tanta suerte. La piedad ajena es huidiza en estas situaciones, con el agravante añadido de correr el riesgo de pasar a engrosar el colectivo conocido como 'pagabirras' (más real que el cinematográfico 'pagafantas'). Por el contrario, con mucha más probabilidad que el sentimiento caritativo, se suele generar en los demás un cierto ánimo de ensañamiento, lo que provoca que, una vez saciado el apetito de los depredadores natos, acudan al festín los carroñeros, movidos por ese misterioso afán que anida en algunas almas, capaz de mantenerlas en permanente búsqueda de despojos emocionales.

¡Ay de quienes tienen el corazón a pájaros! Ni siquiera están protegidos por los proverbios del pueblo, que tienen esa capacidad paliativa propia de los remedios ancestrales, cuyo consuelo viene propiciado por el amparo que ofrece todo aquello con origen escondido en la noche de los tiempos.
Siempre vivirán expuestos al desenfrenado apetito de los halcones, a la feroz codicia de las águilas y al permanente acecho de toda ave de rapiña que merodee ociosa por sus inmediaciones.

No hay comentarios: