lunes, 20 de junio de 2016

La reina de Lapa

Una reina de España solía visitar ese elegante palacio lisboeta. Un poco más tarde, fue otra, cuya sangre de tonos irisados solo mantenía su reflejo azul bajo determinadas circunstancias (desaparecidas casi por completo hace tiempo), la que tomó su lugar entre aquellas señoriales paredes, protegidas por los grandes árboles del parque.

Hace poco, oyendo cantar en el auditorio del Colegio de Médicos de Madrid al magnífico coro de ex-alumnos de la Universidad de Coímbra, llamado Alma de Coimbra, me acordé de todo aquello que, en su día, escuché y conocí a orillas del Tajo.

Ya sé que Luiz Goes y Leonel Neves hablaban en su bellísima canción 'Romagem à Lapa' del Montego y no del Tajo, y que la Lapa del título es, con gran probabilidad, la sierra de Viseu y no el elegante barrio lisboeta, en el que tienen su sede una buena parte de las representaciones diplomáticas acreditadas en Portugal, pero el mensaje de su música y su letra produce el mismo efecto en ambos lugares. 
La canción es, a la vez, un saludo y una despedida a la poesía, algo que se repite, con demasiada frecuencia, en la vida. En tierras portuguesas, esa nostalgia adquiere tintes de inusual belleza.

En Lapa, aún se habla de una de aquellas reinas. Y es curioso que flote en el ambiente una segunda música de fondo que también es de Coímbra. Un vals, escrito por António Portugal, con un título evocador ('Valsa para um tempo que passou') y una melodía que nos recuerda un poco a la célebre cítara de Anton Karas. Este vals traza un puente imaginario entre Lisboa y Buçaco, difícil de percibir para la mayoría, pero nítido y claro, como el vibrante sonido de la guitarra de Coímbra que lo interpreta, para algún oído trasnochado.

Cuentan que desde una de las torres de la Basílica da Estrela vieron en la noche cómo una sombra bajaba desde un palacio de Lapa hacia el gran estuario del río. Entre las empinadas y sinuosas calles del barrio, la sombra parecía un sueño disfrazado de recuerdo. En una de las últimas curvas de la Rua do Cura, desapareció entre los tenues acordes del vals que compuso Portugal y que nadie podía asegurar de dónde procedían. Años más tarde, cuando finaliza la primera semana de junio, una suave brisa nocturna sigue trayendo a la memoria de unos pocos vecinos de Lapa aquella imagen peregrina 'de un tiempo que pasó'. 
La reina española no volvió (al menos, eso es lo que se cree), pero nadie habla de ello, ya que un tácito pacto de silencio impone su ley, sustentada en el permanente empeño del olvido.

Entretanto, seguimos escuchando al coro de Coímbra cantar con tristeza infinita:

Talvez a Lapa chorasse em pedra gravasse 
A nossa agonia 
Talvez a Lapa sofresse e à pedra dissesse 
"Adeus poesia" 


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