lunes, 26 de octubre de 2015

Repollos cerebrales

Uno de los problemas más comunes que suele presentar la llamada 'materia gris' (la que forma la mayor parte de la masa cerebral) es su transformación en 'materia verdosa'. 
Es algo que pasa con relativa frecuencia, cuando el uso que se ha dado al cerebro no ha sido el adecuado. Y es que el mantenimiento de las máquinas (y de los órganos) debe ser el correcto para que sigan funcionando con el rigor debido.

En el caso del cerebro, una mala práctica prolongada provoca una encefalitis brassica degenerativa, capaz de causar daños irreparables tanto en su mitad derecha como en la izquierda. Sus síntomas están asociados con un comportamiento errático en la aplicación de de los principios básicos de la conducta del individuo, agudizados por los efectos de una flatulencia compulsiva en el cerebelo, verdaderamente dañina para la salud propia, de la que, además, suelen salir perjudicados quienes se mueven en círculos próximos al afectado.

Es un mal que, una vez arraigado, se convierte en una enfermedad crónica para la que no se conoce cura. Es cierto que hay quien defiende que la trepanación con transplante total de cerebro puede ser eficaz, pero en el único caso que se conoce de un paciente sometido a esta radical práctica médica, el cerebro acabó con un tono tan amoratado (tal vez como consecuencia del traumatismo producido) que la patología resultante ha sido bautizada, en términos populares, como 'lombarda cerebral'. Por ello, ahora ya solo se recomienda está técnica en fechas próximas a la Navidad, seguida, eso sí, de un buen besugo o un pavo.

El problema fundamental para el diagnóstico precoz de esta evolución del color gris al verdoso, es que el cambio de pigmentación de la masa encefálica no se detecta con radiografías, escáners, encefalogramas ni ecografías; lo que nos lleva a la evidencia de que esta circunstancia cerebral solo puede adivinarse mediante la observación externa del comportamiento. Una observación que solo perciben los demás, ya que el afectado nunca considera que su conducta empieza a dar muestras de estar regida por una materia cada vez menos gris, por lo que insiste y persevera en sus errores y malos hábitos, con independencia de las advertencias o consejos que reciba para desterrar las coles del interior de su cabeza.

Así, coles, repollos, coliflores e, incluso (como hemos visto), lombardas, van ocupando el lugar de una deteriorada sustancia gris y convierten la corteza cerebral en una huerta descontrolada, propicia para la formación de ensaladas mentales. A unos les genera estulticia, pero no son pocos los incitados a una forma de actuar próxima a lo que podríamos llamar 'verdulería moral'. En un estricto sentido de ordinariez, vulgaridad...
Sirvan, por tanto, estas explicaciones como aviso a quienes puedan creer que los que rigen su vida por esa bajeza ética (capaz de escandalizar a cualquier espíritu recto), lo hacen por maldad o iniquidad congénita. No es así en todos los casos, ya que es posible que estén contagiados de esta enfermedad tan mala, que no respeta sexo, condición social ni nivel cultural: el cerebro de repollo. 

Una dolencia nada excepcional, causada, muchas veces, por pensar demasiado en lo verde... como, por ejemplo, en billetes de cien dólares o de cien euros. 

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