martes, 13 de octubre de 2015

Nuit, notte, noche

A menudo me resulta curioso escuchar la misma canción en distintos idiomas.
Sobre todo, cuando es una de las que me gustan. Por supuesto, siempre en las versiones de su intérprete original. Y si, además, es el autor, tanto mejor.

En algunos casos, me perturban, porque no solo dicen cosas distintas (como Juan Ramón Jiménez sostenía que sucedía con un mismo texto publicado en ediciones diferentes), sino que pueden llegar a ser contradictorias. Y eso, en una canción que expresa un sentimiento (un poema musical, a fin de cuentas), me confunde mucho.
La oigo una y otra vez y me pregunto si el mensaje inicial se perdió en la traducción, al igual que sucedía (más o menos) en la película de Sofia Coppola...
Pero también puede ocurrir que no sea así. Puede que la canción (la poesía) sea más complicada de lo que parece y que unas veces sea de una manera y, otras, de la contraria. O sea, como sucede en la vida. 
En ese caso, sería una canción extraordinaria: la noche y el día se mezclarían, para separarse, antes y después, de forma diversa y aleatoria. Y los sentimientos se dislocarían como una muñeca tras un pulso con Hernán Cortés (a quien nadie consiguió ganar en esa lid, por cierto).

Como yo tengo la costumbre de escuchar la canción siempre por la noche (un hábito antiguo, que data de 1965), me armo un lío mucho mayor. Si la escuchase de día lo haría solo en castellano, dejando el francés y el italiano para las horas de oscuridad.
Sin embargo, por la noche me produce un enorme rechazo la versión española. Y eso que desconozco los verdaderos detalles. Al ser el autor italo-belga, digo yo que escribió él mismo la letra en italiano (aparte de la francesa, claro), lo que las hace muy similares. Por el contrario, la versión española creo que es de un tal Córcega (a quien no quito mérito en absoluto, pese a ser el causante de mi desasosiego). Me parece cruel que haya sido alguien con ese apellido (de reminiscencias geográficas italo-francófonas) quien haya subvertido los papeles de la noche y el día en una situación tan desesperante como la descrita por el autor, que a mí tanto me conmueve desde hace más de cincuenta años.

De hecho, me despierto sobresaltado, en mitad del sueño, con la angustia de si debo estar enloquecido o con mi ansiedad calmada... Al amanecer ocurre otro tanto, pero a la inversa.
Y, como es lógico, todo ello me recuerda lo complicado que resulta interpretar los sentimientos de otra persona, cuando ni siquiera es sencillo entender los propios. Por eso es tan peligroso juzgar a los demás. No es posible huir de la subjetividad al hacerlo.
Especialmente, en esos momentos en los que las emociones se revuelven incontroladas y las imágenes emergen desde el fondo de un océano, el del día, que tiene la manía de disolver los recuerdos más profundos en las turbulentas aguas de lo cotidiano.

Tal vez por ese motivo guste tanto la noche. Aunque yo prefiera la nuit... la notte.

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