viernes, 6 de marzo de 2015

El árbol que fue nube

No todos los árboles han sido siempre árboles.
Algunos, antes, fueron nubes. Y habitaron en el mundo de los sueños. Luego, con el tiempo, sus hojas, formadas por incorpórea espuma celeste, se fueron cayendo hasta dejar desnudas y desprotegidas sus ramas. Unas ramas que acabaron secándose y que contagiaron su sequedad al tronco. Y, más tarde, a sus raíces.
Tanta sequía causaron que hasta la hierba que crecía junto a ellos fue, poco a poco, convirtiéndose en tierra, y el cielo se hizo menos azul sobre su esquelética copa.
En ocasiones, estos árboles-nube se encuentran de dos en dos en el paisaje. Como es lógico, cuando esto ocurre y uno de ellos deja de ser nube, al otro le ocurre lo mismo.

Naturalistas y botánicos de todo el mundo debaten sobre causas, orígenes y consecuencias, sin llegar a un acuerdo definitivo.
La mayoría defienden que esta curiosa especia arbórea nunca llegó a ser nube, sino que, si lo pareció, fue tan solo una percepción alejada de la realidad, similar a la que se produce en esos fenómenos visuales que llamamos espejismos, aunque muchos de los defensores de esta teoría reconocen que las características del efecto son tan especiales que es muy difícil apreciarlo por el ser humano. En particular por los individuos pertenecientes al sexo masculino quienes, como es bien sabido, tienen menos desarrollada la flexibilidad del iris y la pupila, mientras que sus córneas son extraordinariamente más propicias al crecimiento y sus cristalinos frágiles y poco elásticos.

Sin embargo, no faltan los que opinan lo contrario. Son los menos, desde luego, pero insisten con vehemencia en una teoría contraria a la de sus antagónicos y mayoritarios colegas. Se llaman a sí mismos 'evolucionistas' y mantienen que esos sorprendentes árboles sí fueron nubes en un momento dado, pero que su volátil y acomodaticia naturaleza les despojó de su liviana nubosidad, en un momento dado, con la misma facilidad que los 'turistas' se convertían en 'piratas' en el legendario juego de Crone, fabricado por Francisco Roselló en los años cincuenta. 

Yo creo que no se llegará a conocer la verdad. Por mucho que adelante la ciencia, siempre permanecerá la eterna discusión filosófica entre empiristas y racionalistas (realistas y evolucionistas, en el caso de los árboles-nube).
Los documentos gráficos recogidos (en varios casos, catalogados y fechados) no son, tampoco, prueba suficiente para decantarse por una u otra opción.
En mi entorno más próximo, por ejemplo, todos los expertos opinan lo que la mayoría de los científicos, pese a lo que yo sigo teniendo mis dudas, como le pasaba al bueno de Hamlet. Claro que esas dudas no evitaron (más bien lo contrario) que la dulce Ofelia, incapaz de manejar su propia angustia, terminase en aquel arroyo cuyas aguas discurrían bajo un sauce. 
Tal vez ese sauce fuera, también, una nube antes que un árbol. Nadie lo sabrá nunca.

No hay comentarios: