jueves, 25 de abril de 2013

La rabia

La rabia es una enfermedad. Una enfermedad muy mala.
Acaba afectando al cerebro y es mortal en la mayoría de los casos. Al menos, eso dicen los tratados de medicina y casi todos los médicos y veterinarios.
Lo que dicen menos (tal vez porque no se han desarrollado suficientes estudios clínicos al respecto) es que su fase neurológica tiene varios niveles o estadios.
Tradicionalmente, se afirma que afecta al cerebro y que se manifiesta con ansiedad, depresión, delirio, sentimientos de violencia, ganas de atacar, parálisis...
Todos estos síntomas se producen, sin duda, pero hay una casuística diversa sobre la que los científicos suelen pasar muy por encima.

Es probable que la mordedura que origina esta dolencia no sea siempre de la misma naturaleza. Al menos, esa es mi teoría.
A veces la enfermedad no es una zoonosis, sino que se transmite desde un componente anímico del propio individuo. Y este componente suele ser la conciencia.
Todos conocemos la célebre locución, usada con mucha frecuencia en el leguaje coloquial, "le remuerde la conciencia". Pues bien, mi tesis sostiene que cuando la conciencia que le remuerde a alguien está infectada con lo que podríamos denominar el emotivirus de la rabia (que pertenece a la familia Rhabdoviridae, género Lyssavirus tipo 2), transmite a la persona la enfermedad, en su variante encefálica más emocional.
En este caso, la fase de incubación es de mayor duración (algo más de tres años) y los síntomas inespecíficos de la fase prodrómica suelen ser muy enconados y virulentos.
Sin embargo, los de la fase neurológica (que ya hemos comentado más arriba) son similares a los de la rabia convencional, con leves variantes, eso sí. Por ejemplo, la hidrofobia se convierte en filofobia y los espasmos faríngeos causan silencio deliberado y persistente, mientras que la hiperactividad se deriva hacia territorios obsesivos que simultanean los episodios agudos con una morbidez crónica.

Lo que está claro es que, tarde o temprano, se entra en la fase de coma. Y aquí se produce lo inevitable, ya que la enfermedad es mortal de necesidad... en un caso para el cuerpo y, en el otro, para el alma. El paro cardíaco está garantizado (a veces, incluso se produce en el mismo momento de la mordedura de la conciencia, lo que puede pasar si estaba envenenada con prejuicios e infectada de intereses).

También hay gente a la que le da rabia no haber podido hacer lo que realmente era su deseo, lo que es muy frecuente y suele degenerar en ira incontrolada. Existe una expresión castellana para aludir a quien no puede satisfacerse del que le agravió y se venga en lo primero que encuentra. No es un dicho soez, pero no me gusta como suena, por lo que prefiero evitar ponerlo aquí por escrito. Lo curioso es que, muchas veces, esa cólera suele desatarse contra el objeto de su deseo, al que se estigmatiza culpándole de lo que la persona rabiosa no fue capaz de conseguir.

Pues eso, que la rabia es muy mala.

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