martes, 4 de enero de 2011

Baltasar

Una historia real.
Esto podría ser un cuento de Navidad, de no ser porque no es un cuento. Aunque sí es de Navidad.
Es algo que ha sucedido tal como voy a contarlo... hasta donde llega mi memoria y mi capacidad de relatarlo fielmente. La única licencia que me he permitido es la de cambiar los nombres de las dos protagonistas femeninas.
Era la tarde del cuatro de enero de un año del siglo XX. Había sido un día frío. Un día frío tras un año frío, en el que hubo más ánimos que esperanzas. Un hombre de mediana edad caminaba lentamente por el andén. Pocos minutos después, cuando él y su negro maletín ya estaban a bordo, el expreso partía rumbo a París.
Fue un viaje largo. Demasiadas horas hasta que el vagón de Baltasar, que así se llamaba nuestro hombre, se detuvo en Austerlitz.
En París hacía aún más frío. Paseó por las calles sin rumbo fijo hasta que encontró un modesto hotel en un barrio triste, no demasiado lejos de la estación. Dejó el maletín, sin abrirlo, sobre la cama y se sentó junto a él. Del bolsillo del abrigo sacó un papel, cuidadosamente doblado, y lo revisó con atención. Con la ayuda de un viejo mapa de Galeries Lafayette identificó la posición del hotel y siguió con el dedo hasta detenerse mucho más al oeste del arrugado plano.
Lara estaba cansada. Trabajar en París no era fácil. Estaba sometida a un permanente examen y todos sus compañeros la juzgaban con severidad. Sobre todo ellas. No había podido cogerse días libres en Navidad, así que había optado por llevarse a su hija a pasar esas fechas con ella, aprovechando las vacaciones escolares de la niña. Madre e hija estaban solas en un París que acababa de brillar en fiestas espumosas y ahora tenía los escaparates cubiertos de carteles blancos con grandes letras rojas.
Nadie, tal vez menos ellas dos, pensaba en que esa noche no era una noche más. Por suerte, el día siguiente era domingo, así que no había que madrugar. Madre e hija podrían estar juntas.
Cenaron temprano. En el pequeño y anodino apartamento del 15e, en el que vivía Lara. No era un mal barrio... era peor: era un barrio inerte.
Después de la cena, madre e hija se quedaron un rato charlando. Hablaron de todo y de nada. Hablaron de la lejana tierra de Lara y de la cálida patria de su hija Alessia.
No recuerdo bien la edad de Alessia, pero era una niña. Todavía no había empezado a darle a su madre todos los problemas que vendrían después. Ni los éxitos que seguirían a esos problemas.
Ya estaban dormidas cuando un pequeño reloj suizo de pared, incluido en el mobiliario del apartamento, emitió los tímidos sonidos de su registro musical para indicar que eran las doce de la noche. En ese momento, sonó el timbre de la puerta. Varias veces, con insistencia.
Lara se levantó, sobresaltada, seguida de su hija. Preguntó, sin abrir. Del otro lado llegó una voz clara y rotunda: "Soy el Rey Baltasar".
Sinceramente, no entiendo bien cómo Lara fue capaz de abrir la puerta, en vez de llamar a la policía. Dicen que tomó sus precauciones, pero no hay precaución suficiente que lo explique sin abandonar los más elementales principios de la lógica y de la prudencia.
Abrió. Y Baltasar entró con un gran regalo en las manos (nunca he conseguido acordarme del contenido del paquete que, en cualquier caso, es lo de menos en esta historia). Tenía la cara pintada de negro, un enorme turbante con una pluma en la cabeza y sus vestimentas orientales estaban casi cubiertas por una capa de color azul celeste. Sus maneras eran dulces y reposadas y sus movimientos majestuosos, a pesar del indiscutible tufillo que desprendía la indumentaria, a medio camino entre Peris y Cornejo.
Baltasar regresó a su hotel, conducido por el incrédulo taxista que le había llevado hasta allí y que le esperaba a dos manzanas de distancia, protegido de las vistas de Lara y Alessia, que observaron al rey mago alejarse, con parsimonia, calle abajo. La niña creyó ver la sombra de un elefante junto a la esquina por la que se perdió.
Ninguna de las dos supo nunca quién fue el misterioso Baltasar que llevó su regalo a Alessia en su pequeño destierro parisino. Ninguna de las dos tuvo nunca una explicación de lo ocurrido aquella Noche de Reyes singular.
Alessia se hizo mayor. Y quiso el destino que, muchos años después, convertida en cantante de éxito internacional, fuese contratada para protagonizar el célebre musical de Broadway 'King Balthazar'.
La noche del estreno, tras un gran triunfo en el escenario, fue entrevistada para un prestigioso programa de televisión.
—Cuéntanos, Alessia —preguntó el periodista—. Seguro que tienes alguna anécdota interesante relacionada con 'King Balthazar'.
Alessia pensó un instante. Luego negó con la cabeza. 
—Nada especial —respondió—. Para mí es un musical como otro cualquiera —dijo, girándose para ofrecer su perfil más atractivo a las cámaras.

Baltasar, viejo y cansado, apagó la televisión y se fue a dormir.

9 comentarios:

Javier Montabes dijo...

Mi rey también es Baltasar. Buen relato, gracias Paco!

Que te traigan muchas cosas, sobre todo salud y felicidad.

Un abrazo.

Javier

Samael dijo...

Realmente sorprendente. Me considero un buen crítico de cuentos, no lo digo por decir. Precisamente los de Navidad constituyen un género aparte, más difíciles, pues o bien, resultan afectados de blandenguería, o precisamente por evitarla, de todo lo contrario.
Felicidades por la calidad de Rey Baltasar.

TiTo

Hecate dijo...

Un relato muy bonito, pero tengo una duda. Cuento o realidad?

Paco González dijo...

Es una historia absolutamente real. Sólo he cambiado algunos nombres (no todos). Sucedió tal como la he contado. Gracias :-)

JUANJO dijo...

MUY BUENOS TEXTOS !!

Beato Primitivo Sandín dijo...

Me ha encantado tu cuento de Navidad. Ficción o realidad, no importa... esta lleno de magia...FELICES REYES MAGOS!!

Beato Primitivo Sandín dijo...

Me ha encantado tu cuento de Navidad. Ficción o realidad... no importa esta lleno de magia. Felices Reyes!

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

Una historia real y mágica...como la vida misma.
Saludos.

Unknown dijo...

Si mal no recuerdo, sólo dos Cuentos de Navidad se han escrito en nuestro grupo.
Este sin duda, es el mejor, con diferencia.
Además, este es un relato totalmente real.
El otro... todavía no. Ya veremos.