domingo, 16 de enero de 2011

Leyes versus Naturaleza

Uno de los principales afanes del hombre a través de los siglos ha sido la lucha por el control de las fuerzas naturales.
Ante la evidencia del inmenso poder de la Madre Naturaleza y de la pequeñez del ser humano, en cuanto a su fortaleza física, para enfrentarse a tan imbatible gigante, la humanidad ideó un camino alternativo, largo y difícil, pero con ciertos visos de viabilidad.
Ya los antecesores del Homo Sapiens fueron sumando habilidades y empezaron a desarrollar ese órgano que acabó entrando en conflicto con sus instintos naturales: el cerebro.

No hablamos aquí de las fuerzas externas de la naturaleza, sino de las que, desde dentro del ser humano, le inclinan en una dirección que lleva, inexorablemente, al dominio del más fuerte. Lo que hoy llamamos la ley de la selva.
El desarrollo de la inteligencia en nuestra especie propició que los más listos y menos fuertes urdiesen mecanismos sofisticados, capaces de alterar este orden.
Este camino, como decimos, fue largo, pero la humanidad no cejó en su empeño y fue, de forma sucesiva, inventando y perfeccionando pensamientos de distinta índole, capaces de desafiar con éxito al natural orden original.
Religiones, ideas éticas y filosóficas... leyes, en suma, fueron implementadas para proteger a los más inteligentes de los más brutos (en el sentido más físico de la palabra).

Hubo, desde luego, más inventos encaminados a lograr este objetivo; algunos decisivos, como el dinero.
Tuvo esta idea tan buena acogida entre la especie, que fue preciso hacerla compatible con religiones y principios morales, cuyo entramado ya estaba bien enraizado (y con excelentes resultados) entre la creciente y compleja humanidad.
Bien es verdad que, en cierto modo, su espectacular aceptación generó la vuelta a un nuevo modelo de ley de la selva en el que los más fuertes no tenían músculos, sino oro y ejércitos.
Y, claro, como nada sale, a largo plazo, como se planeó en un principio, resultó que los más listos, esos que lo habían pensado todo para liberarse de la tiranía de los fuertes y sustituirles, se fueron muriendo y dejaron su dinero (y, con él, su poder) a herederos más tontos, que ni siquiera eran forzudos.

Así que nació la tiranía de los torpes. Mucho peor que la de los listos y, probablemente, incluso que la de los fuertes y brutos.
No hubo más remedio que seguir creando leyes que protegiesen contra todo: contra los fuertes, contra los débiles, contra los listos, contra los tontos, contra los poderosos, contra los ricos, contra los pobres, contra la mayoría, contra las minorías, contra las ideas que pudiesen desafiar lo establecido...
Todo empezó a ser una amenaza para alguien.
El resultado fueron leyes, leyes, leyes... Y, no se sabe muy bien por qué, a través de los siglos, incluso de los milenios, esas leyes siempre solían tener un punto en común: luchar contra la naturaleza que los individuos de la especie humana (como los de casi todas las demás) llevaban dentro. Había sido tanto el tiempo, tan larga la lucha contra la naturaleza original que en toda nueva ley subyacería ya, indefectiblemente, este principio, constante en cualquier grupo social que se llame a sí mismo civilizado. Que significa antinatural.

Y aquí estamos. Con muchos siglos, aún, por delante para seguir avanzando en esta sofisticada lucha contra nuestra propia naturaleza.
Las leyes, religiosas, civiles o morales, son nuestra gran Línea Maginot contra la permanente amenaza de la naturaleza que, desde el otro lado de la frontera del ser humano, nos hostiga desde que nacemos hasta que nuestras fuerzas nos abandonan.
Lo que no recuerdo bien es si este tipo de poderosas defensas artificiales son eficaces o no.

El caso es que conocí a alguien que, queriendo protegerse de sus propios sentimientos, construyó... pero esa es otra historia.

2 comentarios:

Samael dijo...

cuanto más injusta es una sociedad mayor es el número de leyes que necesita. Iba a continuar, pero el inicio me ha quedado redondo, así que paro.

Javier Montabes dijo...

Paco,

lo de los herederos tontos es genial!

Un artículo muy bueno! Gracias!