miércoles, 13 de octubre de 2010

Más dura será la caída

Fue la última película de Bogart. Un Bogart al que tengo simpatía desde que Ingrid Bergman le dejó plantado en aquella estación de París.
Desde luego, nunca me convenció la explicación que dio Ilsa. Y creo que a Rick tampoco le convenció. Por eso prefirió quedarse con el corrupto capitán Renault, que demostró ser mucho más de fiar que ella.

Engañar a los demás, vale. Pero engañarse a sí misma para seguir manteniéndose en el podio de las olimpiadas de la ambición, es muy peligroso.
Me contaron un caso de una atleta que, para no bajar en el escalafón, cada vez le ponía un escalón más al podio.
Estas huidas hacia el terreno desconocido que se abre delante de quien no tiene el valor de retroceder cuando es lo que toca, han sido frecuentes en el mundo de las agencias. Pero también lo son en el ámbito personal. Un sabio griego dijo que nunca se llega lo suficientemente lejos como para no poder volver sobre nuestros pasos. Sin embargo, esta máxima, que parece cargada de sentido común, es mucho más difícil de seguir de lo que podría resultar lógico. La vida no es el mus y no es peor jugador en ella el que se achica, sino el que se empecina en no reconocer su error.
Lo mismo pasa con algunas de esas mentiras construidas sobre una remota realidad. Obligan a seguir poniendo escalones en el podio. A veces se levantan tantos que da vértigo mirar desde arriba hacia la verdad. El órdago permanente no es la solución.

"The harder they fall", sentenció un amigo americano cuando conoció la historia de aquella náyade desmemoriada, convertida en miembro de una sociedad vacía y fatua. Peter Sarstedt lo dijo de otra manera: "Where do you go to, my lovely?".
La diferencia entre la película de Robson y la canción de Sarstedt está en el diferente destino de sus respectivos protagonistas. Mientras Toro Moreno era un desgraciado juguete sin futuro, la sirena alada descansaba en su lujoso apartamento del Boulevard Saint Michel, entre cuadros de Picasso y discos de los Rolling. Y se casará con un pobre millonario, como corresponde a una buena amiga del Aga Khan... pero ¿dónde irá su mente cuando esté sola en su cama, con su cabecita hundida en la almohada forrada de seda?
Yo disiento profundamente del bueno de Peter: no pensará en aquellos tristes y metafóricos callejones napolitanos en los que se forjó su alma desvencijada. Tampoco pensará en quien la sacó de una vida que la precipitaba sin remedio a la miseria espiritual, no. Sus pensamientos irán a Juan-les-Pins, a la Sorbona, a Saint Moritz...

Toro se creyó campeón del mundo, pero no era más que un paquete grande y torpe. La señorita, por contra, nunca humedeció sus labios, pese a brindar siempre con Veuve Clicquot y Napoleon Brandy. Él cayó de bruces sobre la lona, mientras que ella, con su eterna y suave sonrisa, seguía subiendo, como la dulce espuma de su champagne de etiqueta naranja. Las Ilsas de este mundo siempre tienen un Sam que les vuelve a tocar su canción y un soñador con sombrero que les consigue un salvoconducto.

"Más dura será la caída", masculló alguien cuando vio despegar aquel avión entre la niebla. Pero las sirenas voladoras son muy listas y sólo caen en la soledad de sus noches de blanco satén. Sin testigos.

2 comentarios:

Javier Montabes dijo...

Efectivamente, "una retirada a tiempo puede ser una victoria", de hecho, a veces, lo es, y "de sabios es rectificar". Algunos, hoy, se han resistido a dar el paso atrás que tanto necesitamos y se han vendido (lo malo es que "nos han dejado vendidos y vencidos".
Rick, mucho más inteligente, hubiera preferido volver a escuchar a Sam en Casablanca en compañía de Ilsa.
Gracias por tu apasionante historia!

Samael dijo...

qué gran verdad, vive Dios. Es de agradecer que de vez en cuando alguien lo recuerde.