viernes, 27 de agosto de 2010

El destornillador mental

Los siglos XIX y XX han sido pródigos en inventos. Y es de esperar que el XXI no se les quede a la zaga.
Pese a ello, hemos de convenir que es sorprendente que el ingenio humano haya llegado a desarrollar sofisticadas maquinarias capaces de alcanzar la Luna con relativa facilidad y, sin embargo, no haya podido encontrar la fórmula para evitar cosas tan simples y prosaicas como, por ejemplo, que los calcetines siempre acaben rompiéndose por el mismo sitio.
En cualquier caso, nada más lejos de mi intención que cuestionar el talento de los Edison, Bell o Marconi, a quienes admiro profundamente. Si hablo de inventos es para sugerir a los cerebros contemporáneos que, tal vez, sería una buena idea trabajar en un nuevo descubrimiento científico, cuyas posibilidades prácticas me voy a atrever a insinuar.

Me refiero al Destornillador Mental. Sería éste un artificio de gran utilidad para la especie humana. Yo, sin ir más lejos, he conocido a gente a quien le vendría muy bien.
Hay personas a quienes, como la sabiduría popular define con acierto, "se les cruzan los cables" en determinadas ocasiones de su vida.
Son casos peligrosos, a veces, no se vayan ustedes a creer, porque pueden organizar descalabros de gran envergadura. Psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales y, en determinadas circunstancias, hasta las fuerzas del orden público e, incluso, jueces, abogados y fiscales, se ven involucrados en asuntos que podrían arreglarse con un buen destornillador mental. Mucho más eficaz, desde mi punto de vista, que los largos tratamientos con psicofármacos o las eternas sesiones de psicoterapia.

De hecho, si el invento llegara a materializarse, sería un remedio que no debería faltar en ningún hogar. Como la aspirina o las tiritas. ¿Que al marido se le cae un tornillo?, destornillador mental al canto. ¿Que la señora de la casa tiene una idea genial con la que poner patas arriba a tirios y troyanos, inventando una historia fantástica y delirante para salir de un lío en el que se ha metido ella solita?, destornillador mental y la consiguiente reorganización de las tres meninges. Utilísimo.

Y no digamos en el mundo de la publicidad. ¡La de dinero que ahorrarían las agencias! Nada de fichar creativos cuando las ideas del equipo actual empiezan a repetirse o hacerse convencionales. Con un buen destornillador mental (serie profesional, eso sí), sería bien fácil un cambio de procesadores cerebrales, sustituyendo los antiguos por unos nuevos de fabricación china, activados con sintetizadores argentinos, brasileños o británicos, garantizados, a ser posible, por tres años.

Interesante, también, podría ser su uso para lavados de cerebro voluntarios, una práctica que cada día está teniendo más seguidores. Se utiliza con asiduidad entre aquellas personas que quieren olvidar emociones y sentimientos comprometedores. ¡Cuánto más sencilla sería esta complicada tarea con la ayuda de un destornillador mental casero! Podríamos hacerlo, en un santiamén, sin que apenas lo notase quien está con nosotros. Basta una simple excusa para visitar el cuarto de baño y allí, en menos que canta un gallo, se desatornilla, se lava el interior con agua bien fría y... ¡listo! Para estos menesteres, de más urgencia, sería conveniente desarrollar un modelo de bolsillo, dotado de microchips y con discreto formato de barra de sombra de ojos.

Puede que yo mismo lo utilizase. Y no sólo para fijar esos tornillos que nunca he tenido bien apretados, sino para abrir el compartimento de mi disco duro y desactivar algunas ideas peregrinas, fruto, probablemente, de esa ingenuidad congénita masculina, que te lleva a creer que lo que has estado viendo blanco durante muchos años, es blanco.

Y el caso es que, pensándolo bien, con destornillador mental o sin él, voy a dejarlo como está: prefiero seguir creyendo que es blanco.
Es mucho más bonito.

1 comentario:

Javier Montabes dijo...

Eso es! lo blanco es blanco! hay que defender con pasión las convicciones profundas! aunque a algunos les parezca mal.

De todas formas, Paco, estarás de acuerdo conmigo en que la inexistencia del "destornillador mental" crea empleo (psiquiatras, farmaceúticos, psicólogos, asistentes sociales, policías, bomberos, jueces, abogados, incluso empresas de mensajería urgente y la "oficina del Burofax" y, como decía un amigo mío (con perdón) putas, borrachos y futbolistas.

Tu reflexión esconde algunas verdades importantes!