jueves, 3 de noviembre de 2016

Platero y ella

Fueron inseparables, pero se separaban con mucha frecuencia.
–Imposible venir mañana. Besos todos –escribió ella un día. 
Otras veces, se lo decía a su diario:
– ¡Increíble!
Pero no había que creérselo mucho. Juan Ramón Jiménez siempre lo supo, aunque lo guardó en su interior (allí sucedió), dada su reconocida e imprescindible discreción.
Hubo, también, una vieja patrona (probablemente borracha y, desde luego, extranjera). Ni Platero ni ella llegaron nunca a conocerla. Y fue mejor así. Platero se hubiese preocupado. Y ella... ¡quién sabe!

Dejando a un lado a la excéntrica patrona y volviendo a nuestros dos protagonistas, seguimos preguntándonos si Juan Ramón Jiménez apreció alguna similitud entre Platero y ella. ¿El trotecillo? Sí, pero hay que reconocer que el de Platero era más alegre, mientras que el de ella era un tanto mecánico, eficaz y tirando a profesional. Alegre no era, desde luego, sino que, por el contrario, deberíamos calificarlo de serio... casi aséptico.
Estaba claro que a ella no le gustaba nada que Juan Ramón Jiménez conociera sus secretos más íntimos, pero tenía que aguantarse. Ella lo que quería era hacer lo contrario que la del refrán: repicar sin ir a misa. Por eso le incomodaba que Juan Ramón supiese de ella más que de Platero. ¿Por qué no se conformaría con su burrito, tan suave, blando y peludo? 

Para los demás la cosa era evidente. Menos para la patrona borracha, cuyo único interés era cobrar el alquiler de Juan Ramón Jiménez, a través de quien fuese (que siempre solía ser el mismo). Tres de los cuatro no estaban contentos con la situación. El otro, el amigo de Platero, sí. Ella, por su parte, tendría que llevar esa cruz, la de su íntima relación con el famoso y laureado borriquito, durante toda su vida...

Ya han pasado muchos años desde que Juan Ramón Jiménez fuera el protagonista pasivo de aquellos acontecimientos y, sin embargo, alguno de sus versos parece seguir flotando en el ambiente:

¡No corras. Ve despacio,
que adonde tienes que ir
es a ti solo!

Pero ella corría, cada vez más, en busca de una locura nueva diaria, de las que ya había vivido... o de su propia supervivencia en mitad de un mundo complicado, que ella había trenzado con sus propias manos.

Si vas despacio,
el tiempo irá detrás de ti,
como un buey manso.

Y eso era, precisamente, lo que no quería: bueyes mansos que fuesen tras ella. Ni bueyes mansos ni burritos adorables con ojos como espejos de azabache. Quería toros bravos, alazanes desbocados... incluso machos cabríos y faunos provistos de buenas flautas de Pan (o de otro tipo).

'Platero y ella' pudo ser el título de una gran obra de Juan Ramón Jiménez (que hubiese pasado a la historia con el número 28), pero no lo fue. Y, al pensar en ello, siempre me viene a la memoria este bello poema de Juan Ramón:

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año,
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico.

Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

No hay comentarios: