viernes, 6 de noviembre de 2015

Complejos incurables

Tener complejos no es bueno. Aunque deberíamos insistir en que el daño de sufrirlos no es equivalente en todos los casos. Hay complejos peores que otros. Y los perjuicios que causan, también provocan situaciones diversas.
El complejo de superioridad, por ejemplo, se suele hacer muy molesto para los demás. No digo que sus consecuencias no sean negativas para quien lo padece, no... pero es insufrible para los que tienen que convivir con el acomplejado.
El de inferioridad, sin embargo, resulta mucho peor para el que lo lleva a sus espaldas, si bien puede derivar en algunas manías muy incómodas para el prójimo. Entre ellas, la persecutoria, muy ligada a esta seria perturbación de la personalidad, es pesadísima de soportar.

Un amigo psiquiatra me contaba que no es infrecuente que los que sufren un complejo de inferioridad crónico, obsesivo y paranoico, tengan episodios frecuentes de autoestima furibunda, con la que su subconsciente trata de paliar su habitual sentimiento inverso. Claro que lo que mi amigo me decía iba mucho más allá. Afirmaba que, en ocasiones, se podían producir aparentes sentimientos colectivos de síntomas muy similares a los que se presentan en un cuadro convencional de complejo de inferioridad y que, sin embargo, ocultaban una realidad no patológica, pero más cruda.
Por lo visto, eso sucede en casos en los que no hay complejo, sino simple inferioridad real. La personalidad colectiva estalla, entonces, simulando (de forma inconsciente) un profundo complejo de inferioridad, mezclado con una paranoia propia de la manía persecutoria. Es gente que parece creer que les roban, que les humillan, que abusan de ellos, que se aprovechan de su buena fe, que coartan su libertad... cuando lo que pasa es que, realmente, son inferiores. Inferiores circunstanciales, desde luego, que no sustanciales.

En opinión de mi amigo el psiquiatra, esto es un problema de educación más que clínico. Hay universidades que ya están trabajando en programas de psiquiatría sociológica, con resultados sorprendentes. Existe, sin ir más lejos, un cantón en un país oriental de Europa (no recuerdo cuál), en el que un considerable porcentaje de sus habitantes sufren este mal, provocando que lo estén pasando fatal por no asumir que el Pisuerga pasa por Valladolid (o el Volga por Astrakhan, que viene a ser parecido). Y, ahora que menciono el Volga, me parece que esa zona cuyo nombre no recordaba es ni más ni menos que Chuvasia (lo que quiere decir que allí sí deberían asumir, si no lo del Pisuerga, al menos, lo del Volga). Pero nada, no lo asumen. Que si en Moscú les tienen manía, que si les tienen fritos a impuestos, que si en el resto de Rusia no pueden hablar en chuvasio, que si para viajar a París tienen que hacer escala en Moscú, que si esto, que si lo otro...
Lo que dicen los socio-psiquiatras es que los chuvasios no padecen complejo de inferioridad alguno (aunque lo aparenten con sus constantes lamentaciones y protestas), sino que, sencillamente, son inferiores a los moscovitas, claro. No inferiores como seres humanos, que en eso son iguales, sino circunstancialmente, por no ser Cheboksary la capital de Rusia. Y tienen razón, no lo es.
Ahora, eso sí, los chuvasios que lo tienen asumido, viven tan felices, conscientes de que son inferiores en muchas cosas y superiores en otras. Los moscovitas, por ejemplo, se tienen que conformar con el río Moscova, que es un afluente de un afluente del Volga.

Es un problema de difícil solución. Como complejo (imaginario) no tiene cura. Aseguran los socio-psiquiatras que bastaría con que aceptasen su realidad y se diesen con un canto en los dientes por no estar en Buriatia o en Sajá, pero eso no lo quieren ver los chuvasios más inconformistas, intoxicados culturalmente durante un par de generaciones por una educación de raices búlgaro-turcomanas, que ha acabado de confundir a una buena parte de la población, alentando, según se comenta, una animadversión hacia todo lo moscovita que solo beneficia a una privilegiada clase política dirigente.

Pero bueno, toda esta disertación sobre esa lejana parte de Rusia solo viene al caso para ilustrar lo complicado que resulta curar algunos complejos. En especial, cuando ni siquiera son complejos. Como el que padecen algunos chuvasios.

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