viernes, 1 de mayo de 2015

Gafas

No se decidió a usar gafas para ver mejor (que también), sino que se compró aquella montura negra de pasta con la principal intención de que pareciera un esnobismo premeditado para dar un aire algo más intelectual a un rostro cuya fama, tan frecuentemente comentada en diversos círculos, llevaba tiempo etiquetada por otros méritos.

El caso es que pasó de llevar gafas invisibles a otras muy notorias, capaces de esconder sus ojos tras unos cristales transparentes. Esto es algo que parece una paradoja en la teoría, pero que no lo es en la práctica. En primer lugar, los ojos se agrandan detrás de unas lentes de aumento que, además de corregir el astigmatismo, evitan que los fotones indeseados lleguen a tocar unas pupilas tan delicadas.

Así, entre el tinte (que, poco a poco, va sustituyendo a las mechas) y las grandes y ostensibles gafas, se va trasladando la personalidad percibida a las nuevas situaciones laborales y personales que, aunque nunca han dejado de aspirar a lo máximo, ahora lo hacen recorriendo unos caminos menos directos, algo más acordes con el nuevo posicionamiento estratégico.

Y es que las gafas normales son un disfraz excelente. Si no, que se lo pregunten a Supermán, que apenas precisa de unas gafas y una corbata para pasar desapercibido ante el mundo, travestido de Clark Kent (Luisa Lane sospecha algo, sí).
Nunca tuve claro, por cierto, si Supermán podía utilizar su vista telescópica y su visión de rayos X a través del cristal de las gafas de Clark Kent, porque ya digo que los cristales, sean o no transparentes, protegen mucho. Lo que sí es evidente es que debía tener un número considerable de gafas (todas iguales, claro), porque cada vez que se metía en una cabina telefónica para cambiarse, allí se quedaba un par...

Ella, sin embargo (me refiero a esa señora imaginaria, inexistente e inventada sobre la que trata este artículo), no tiene ese problema. Se puso las gafas para renegar de su pasado y convertirse en una persona nueva, ajena a todo lo que fue. Quiere pasar desapercibida ante el mundo, Como Clark Kent, trabajando en la redacción de su periódico (el Daily Planet) y, a la vez, evitar el inflamable contacto de esos invisibles átomos a los que tanto teme. Aquellos a los que cantaba Bécquer en su rima número X:

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
¡Es el amor, que pasa!

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