lunes, 11 de mayo de 2015

Sonrisas saduceas

Los saduceos eran, fundamentalmente, materialistas. Algo que, como todos sabemos, se lleva mucho hoy en día. Pero claro, en los lejanos tiempos del siglo I a.C. era una postura menos habitual que en las épocas que ahora corren. 

Ser saduceo (aparte de lo que transmite la poco tranquilizadora fonética del nombre) era ser un tanto especial. Había muchos saduceos ricos, desde luego, por eso eran acérrimos defensores de lo material. Su interesante teoría venía a decir (más o menos) que Dios premiaba a los buenos en vida, no después de muertos. De ahí que ellos, se considerasen no solo ricos, sino, también, buenos (Dios les premiaba con sus riquezas), mientras que los pobres no debían ser tan buenos a los ojos de Dios, ya que eran castigados con la pobreza...

Es probable que la explicación-resumen que yo doy de la vieja secta saducea sea excesivamente sintética y, en consecuencia, no del todo exacta, pero algo de lo que cuento había.

Dicen que la secta desapareció hace un montón de siglos, pero yo no lo tengo tan claro. Sobre todo, observando lo que ocurre a mi alrededor. Vivimos en una era en la que abundan los que podríamos llamar neo-saduceos. 
No parecen, es cierto, tan preocupados por la literalidad de la Torá como sus arcaicos predecesores, pero coinciden con ellos en algunos aspectos muy concretos.

Por ejemplo, en las sonrisas.
La verdadera sonrisa es una expresión de un sentimiento interior. Es un signo externo que transmite, según el caso, una actitud determinada y, en general, un afecto o una intención positiva.
Sin embargo, esto no es así para los neo-saduceos. Ellos sonríen por superioridad, por displicencia hacia el resto de los mortales. Y saben que su sonrisa les suele granjear ventajas. He ahí el motivo de que siempre tengan pintada una en sus labios. 
No te quieren, no te aprecian... ni siquiera te consideran, pero te sonríen.

Y los mortales, los simples mortales que creen que la sonrisa es reflejo del espíritu, se equivocan mucho con ellos. Piensan que los neo-saduceos les quieren o, al menos, les tienen simpatía. Pero no es así. Un neo-saduceo sonríe por principio, porque le han enseñado (o ha aprendido) que sonreír produce beneficios.
Su sonrisa es consistente, duradera, inmune a su estado de ánimo. Son sonrisas que matan, que destruyen, que arrasan con cuanto encuentran a su paso.
Están, además, muy bien calculadas, ya que la sonrisa saducea nunca es exagerada y, si llega a convertirse en risa (que rara vez sucede), es una risa contenida, cronometrada y breve.
Los neo-saduceos ríen con los labios y con los ojos, a los que saben dar un ligero brillo que acentúa el efecto de su sonrisa.

Luego, cuando ya no interesa, con un leve giro de cuello, enfocan su sonrisa hacia otro objetivo y olvidan. Olvidan y callan.
A fin de cuentas, hay que tener presente que los saduceos no aceptan lo espiritual. Su vida se desenvuelve muy por encima de esas pequeñeces. 
Por eso están tan orgullos de sí mismos. Por eso son tan felices.

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