domingo, 12 de diciembre de 2010

Verdades piadosas

Las mentiras piadosas están consolidadas en casi todas las culturas desde que el mundo es mundo. De hecho, han ido ampliando su espectro de actuación, hasta borrar las fronteras de la piedad, fronteras, dicho sea de paso, que siempre han estado subjetivamente definidas.
Pero los tiempos evolucionan y, sin apenas darnos cuenta, hemos ido asumiendo otra especialidad, de recorrido insólito, y muy apropiada para ser utilizada en épocas donde las virtudes modestas han dejado de ser tendencia, para convertirse en plena moda. Me refiero a lo que podríamos llamar verdades piadosas, mucho más prácticas, en un sinnúmero de ocasiones, que las ya desgastadas mentiras misericordiosas.

La técnica no es complicada, pero requiere práctica en su ejecución para conseguir una puesta en escena eficaz y contundente.
Verdades piadosas las hay de muchos tipos, si bien las más extendidas suelen ser las reversibles y las autocomplacientes. La fusión de ambas modalidades está reservada a quienes, dotados de un talento natural, tienen condiciones físicas idóneas para su desarrollo y ejercicio.
Hace casi medio siglo, esa autora de nombre impronunciable, a quien muchos estudiosos de la materia consideran madre de su moderna encarnación, dio a luz su obra magistral, que hoy es objeto de culto para su legión de incondicionales seguidores.

Es imposible resumir, en estas breves líneas, algo tan sofisticado y profundo, pero baste decir que su clave maestra reside en restringir la difusión de una determinada verdad a un público muy minoritario y específico que, a ser posible, no esté interesado en hacerla pública.
La verdad piadosa va creciendo en el tiempo y, desde luego, en intensidad, pero siempre, dentro de ese círculo reducido, ya que su conocimiento masivo oficial podría perjudicarla gravemente en el futuro. Al contrario de lo que ocurre con las mentiras, las verdades son muy fáciles de mantener mientras conviene, porque no dejan de ser verdades auténticas.
Otra condición imprescindible de las verdades piadosas es que tengan fecha de caducidad. Y cuando caducan, se produce el momento crucial.
Al igual que en el olvidado juego de Crone 'Turistas y Piratas' era necesario proclamar públicamente, y en alta voz, un '¡Todos piratas!' que convertía a los jugadores de pacíficos turistas en sanguinarios piratas, los profesionales de las verdades piadosas, deben proclamar, con firmeza no exenta de cierta reprimida y dramatizada compasión, un '¡Todas mentiras!', contundente y eficaz, que transforme las verdades en mentiras, sin perder su necesaria condición de piadosas.

Es en este instante cuando las verdades piadosas alcanzan su verdadera dimensión y se debaten entre la miseria y la gloria. Si las caritas de quienes las transforman son dulces y remilgadas, tienen muchas posibilidades de éxito. De ahí la importancia de las condiciones físicas naturales para su escenificación.
El afectado por el violento cambio se debate entre el convencimiento de la verdad vivida y la duda del posible engaño piadoso. Por su parte, los gendarmes de la virtud que forzaron el ejercicio de transformismo moral, suelen quedarse escamados, como Don Pero en la obra de Muñoz Seca, y no acaban de creerse las pantomimas inventadas por las Magdalenas de turno, que siempre insisten en que su Don Mendo entró en la torre para robar un collar...
Pero es lo que hay, y así queda la cosa: con todos refugiados en esa verdad piadosa y oportuna que, bien administrada, desmancilla honores y restaura disminuidas conciencias, asilvestradas por los instintos de un corazón demasiado rebelde para personas de bien... dentro de un orden.

Todo quedará redondo si se cierra la comedia, cayendo el telón, una vez que el futuro emparedado diga, cual Don Mendo: "... si tal es verdad, estimo/que salvándola hice el primo/de una manera espantosa..."

No hay comentarios: