jueves, 20 de junio de 2024

Malas palabras

Hay quien asegura que las palabras no son buenas ni malas, sino apropiadas o inapropiadas. No estoy de acuerdo.

Ya lo creo que hay palabras malas. Y no estoy hablando de aquellas empleadas con intención de hacer daño a quien las escucha (en este caso, la maldad no es de la palabra, sino de quien la utiliza). Hablo de las propias palabras.

Casi todas las palabras malas son modernas. Puede ser que cuando una palabra se hace antigua, con independencia de que nos guste mas o menos, adquiere un valor especial que la protege. Tal vez sea la pátina del tiempo la que, como a muchas otras cosas de la vida (a los recuerdos, por ejemplo), le confiere ese lustre nostálgico que embellece casi todo lo que nos transporta a épocas pasadas.

Pero volvamos a las palabras malas. 
Dejando atrás a los locutores que retransmiten partidos de fútbol por televisión (sí, esos que nos cuentan con voz estridente y verbo apresurado lo que ya estamos viendo con nuestros propios ojos –haciéndonos dudar de si estamos atentos a una pantalla o escuchamos la radio– y que merecen un artículo aparte por hechos tan singulares como evitar, a toda costa, decir 'Holanda' como sinónimo de 'Países Bajos', pero son capaces de repetir hasta la saciedad 'conjunto pepinero' [Leganés], 'submarino amarillo'* [Villarreal], 'equipo nazarí' [Granada], 'Txingurri' [Valverde], etc., etc., etc.), centrémonos en esas otras palabras, incorporadas al lenguaje cotidiano, que suelen ser utilizadas como signos externos de una sofisticación mal entendida.

Una de las peores palabras es 'emblemático' (dicha en catalán me pone, aún, más nervioso). Si cada vez que la oigo (como decía mi amigo Sempere, recordando a un antiguo político) no echo mano a la pistola, es porque hace mucho que no llevo pistola (la llevé en mis tiempos de oficial de complemento). Sé que es una manía mía, pero no puedo evitarlo. Lo mismo me pasa cuando escucho a alguien decir "ojalá y" o "del tirón". Y me produce un inusitado asombro que la gente haya dejado de andar (ahora ya solo 'camina'). 
'Icónico' es, también, una palabra mala, pero comparada a 'emblematico' es (casi) música celestial para mis oídos.
No me molestan, sin embargo, esas palabras actuales propias del lenguaje coloquial, muchas de ellas usadas con frecuencia por los más jóvenes. Por el contrario, me gustan. Son términos populares que enriquecen el idioma. Y lo hacen sin pretensiones de falsa intelectualidad. Siempre han existido expresiones de este tipo y, muchas de ellas, se han incorporado a nuestra lengua como casticismos, propios de una naturalidad cotidiana que hace más viva y actual la comunicación entre las personas. Son palabras que la gente verdaderamente culta utiliza. Por el contrario, los cursis dicen "emblemático", "icónico", "ojalá y", "del tirón"...
Y siempre 'caminan', nunca 'andan'.

'Encimar', verbo que, por desgracia, se escucha constantemente en las antes mencionadas retransmisiones futbolísticas, es una palabra (o mejor dicho un conjunto de palabras, porque su conjugación completa lo es) espantosa. Es muy lamentable que esté recogido por la RAE, hecho que desacredita a perpetuidad a nuestra querida Real Academia de la Lengua ("Limpia, fija y da esplendor", decían de esta, en otro tiempo respetable, institución). 
Ya es grave que haya aceptado vocablos como 'perrear', 'chundachunda' y 'oscarizar'... lo perdono (de muy mala gana, eso sí). Pero no puedo tragarme 'encimar'. Basta con conjugar el presente de indicativo para darme la razón: "Yo encimo, tu encimas, él encima, nosotros encimamos, vosotros encimáis, ellos enciman".

Párrafo aparte merece una de las palabras más repetidamente molestas, con la que nos encontramos por todas partes: 'resiliencia'. En este caso, se da la doble circunstancia de que la palabrita en cuestión, además de mala es fea, y con una fonética especialmente perturbadora. Por si fuera poco, su uso constante e indiscriminado la convierte en inútil, ya que, por lo que parece, todo es 'resiliente' hoy en día. Algo que no sea 'resiliente' es indigno de existir y, claro, hay que estar repitiéndolo sin parar. Si no eres 'resiliente' eres un pobre desgraciado. Como si tu coche no pertenece a la categoría SUV, vamos. No hay quien lo soporte.

Sí, querido lector, hay palabras malas. Muy malas.


*El 'submarino amarillo' original fue el Cádiz Club de Fútbol, pero la posterior pujanza del Villarreal (y, quizá, el hecho de que su equipación sea totalmente amarilla y no camiseta amarilla y pantalón azul, como son los colores del Cádiz) hizo que los comentaristas deportivos transfiriesen este apelativo al equipo de Castellón. Es obvio que tenía más sentido haciendo referencia al Cádiz, cuya condición de equipo histórico modesto dio cierta gracia a una expresión que resaltaba –al menos durante algunas temporadas– su capacidad de competir de tú a tú con equipos económicamente más poderosos. El Cádiz era, en aquellos momentos, un 'tapado', un 'outsider'... un 'submarino', en suma. Y amarillo, como el de los Beatles, claro está. 

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