martes, 15 de enero de 2013

Las dos caras de Jano

Desconozco a quién se le ocurrió la muy apropiada expresión la cuesta de enero para referirse a las dificultades económicas por las que pasaban casi todas las familias, una vez terminados los extraordinarios dispendios navideños.
Durante muchas generaciones, esta frase ha sido acertadísima para describir la realidad de las primeras semanas de cada año, especialmente en España, donde los festejos de la Navidad son tan largos que llegan a parecer eternos. Sin embargo, yo empiezo a tener la sensación de que esta popular forma de aludir al mes del dios Jano está dejando de ser tan certera.
Y no lo digo porque enero haya dejado de tener dos caras, no. Enero, como Jano, mira siempre, a la vez, hacia el pasado y hacia el futuro, haciendo gala permanente de su dualidad. Sino por las circunstancias de un tiempo tan distinto como el que nos está tocando vivir a quienes seguimos luchando contra el destino que nos marca este incipiente milenio.

Con el paso de los años y, sobre todo, con el cambio de siglo, enero fue mostrando, cada vez con más dureza, su segunda cara... la negativa, la perversa, la que cierra todas las puertas, la que modifica el pasado y niega el futuro.
A la vista de un hecho tan indiscutible como lamentable, los fabricantes de calendarios fueron retirando la palabra ¡Increíble! (que siempre escribían entre admiraciones bajo el número dos), hasta dejarlos desolados y empobrecidos, tal como los conocemos hoy en día.

La cuesta que enero presentaba ante nosotros se hacía, desde luego, más dura y empinada para quienes llevaban sobre sus hombros la responsabilidad de la vida doméstica. Si para los hombres era difícil, más aún lo solía ser para las mujeres, quienes, durante milenios, han tenido que soportar cargas añadidas, así como un desprecio crónico por su esfuerzo, trabajo y sacrificio, que pone en indudable entredicho la integridad ética de esa especie humana que apenas ahora empieza a salir de la secular ley de la selva por la que ha regido, tradicionalmente, las relaciones entre ambos sexos.

El caso es, volviendo al origen de esta reflexión, que enero ya ha dejado de ser esa cuesta anual que, una vez superada, permitía a las economías familiares volver a una situación de apaciguada normalidad y de presupuestos más o menos equilibrados. Hoy en día, el mes de Jano ha perdido su condición de excepcional, al andar sumida casi toda la sociedad en una especie de excepcionalidad permanente, cuya prolongada duración en el tiempo nos hace sospechar que, en realidad, se trata de un nuevo modelo estable al que deberemos adaptarnos si no queremos desaparecer como lo hicieran, en su momento, los dinosaurios.

¡Quién nos iba a decir que añoraríamos la cuesta de enero!
Aunque, claro, hay tantas cosas que, en su momento, nos parecían imposibles y hoy son una triste realidad. Ni el propio Jano habría pensado, cuando miraba con optimismo hacia el futuro, que, algún día, los calendarios del mes de enero cambiarían de ubicación (y, sobre todo, de sentido) aquel antiguo ¡Increíble! para trasladarlo hasta sus últimos días.

Lo dicho: ¡qué tiempos aquellos es los que el año solo tenía un mes de enero!

No hay comentarios: