lunes, 11 de abril de 2011

Muros, bunkers y alambradas

En junio de 1961, Walter Ulbricht habló por primera vez del Muro de Berlín.
Y poco después, en una sola noche, quedó construido. Era la materialización del Telón de Acero, ése que trataba de impedir cualquier intento de fuga hacia la libertad.

Muchos siglos antes, la Gran Muralla China (el que dicen que es el mayor cementerio del mundo, ya que parece que más de diez millones de trabajadores murieron durante su construcción y están enterrados junto a ella) fue levantada por sucesivos emperadores para evitar que nadie entrase en sus dominios. Desde entonces, han sido casi infinitos los esfuerzos por construir barreras de todo tipo. Y no sólo físicas, desde luego. Pero la gran novedad del Muro de Berlín es que no se hizo para evitar invasión alguna, sino para todo lo contrario. Podríamos decir que era como el muro de una gran cárcel. O, mejor dicho aún, de un inmenso campo de concentración. Pero claro, la excusa para construirlo fue que era necesario para para evitar que entrasen los enemigos...

Es curiosa la inclinación de la raza humana a fabricar murallas, fosos, bunkers y alambradas. Hay quien se quiere proteger tanto que se encierra con tantas llaves y candados como puede. Hasta se colocan en la mente cinturones de castidad mental virtuales. Suelen encontrar buenas excusas para hacerlo, eso sí. Casi todas relacionadas con hipotéticos peligros exteriores que ni existen ni suponen amenaza alguna. Además, no olvidemos que la historia nos ha enseñado que cuando alguien quiere, de verdad, entrar en algún sitio, no hay muro ni cadena que lo evite. Pero sí sirven para otras cosas. En primer lugar, son muy útiles para mostrar a los demás que hacemos todo lo posible por protegernos de los riesgos externos. Sobre todo, para demostrárselo a aquellos que no se fían nada de quienes dicen querer estar tan bien defendidos.
Conozco algún caso clamoroso de aplicación del modelo Muro de Berlín en la vida privada. Hay personas capaces de construir kilómetros de muros psicológicos y alambradas anímicas no para prevenir que entre nadie, sino para evitar que sus verdaderos sentimientos se escapen por cualquier rendija del espíritu. El orgullo y, tal vez, los intereses económicos han sellado sus labios y enterrado su corazón, pero... nunca se sabe, que el ansia de libertad es muy traicionera y nos puede poner en evidencia en cualquier esquina. Aunque sea una esquina de Facebook.

Tanto búnker también hace sus estragos en la vida profesional de nuestro mundo. ¿Quién no conoce algún directivo de agencia, algún creativo o algún director de marketing rodeado de alambradas? Recuerdo un spot en el que John Lynn destruía a martillazos las oficinas de la vieja agencia para hacer más gráfica la ruptura con los prejuicios y con la poco creativa imagen que Grey tenía en el mercado español. Creo que fue una acción brillante. Y lo digo yo, que soy quien construyó Grey en España y creó esa oficina veinte años antes. Pero hubiera sido una torpeza encerrarse en el búnker. John hizo lo que tenía que hacer: romper con el pasado y avanzar hacia el futuro. No levantó ningún muro para proteger lo ganado (que había sido mucho, por cierto), sino que quemó sus naves y obligó, como Cortés, a que los suyos tuvieran que avanzar, irremisiblemente, hacia Tenochtitlan. Hay que felicitarle por ello.

Ni en publicidad ni en la vida es buena idea escondernos detrás de un muro. Siempre acaba cayendo. Y, normalmente, lo que estaba tras él se queda trasnochado, obsoleto... a veces, llega a ser patético.
En 1989, veintiocho años después de su nacimiento, en medio de una época de cambios decisivos, se removían los cimientos de unas convicciones equivocadas, de una forma de entender la vida que no sabía lo que hubiese sido de ella de no haber encontrado su momento histórico de esperanza y de futuro. Quince años después, quiso ser reconstruida en otro lugar, también con miedo. Luego, el odio, el interés y el despecho hicieron un monumento a la traición, en ese siniestro Monte Pelado de la deslealtad, quinientos días más tarde. Pero ya era inútil: las raíces habían crecido tanto que no había oro ni maldad en el mundo suficientes para levantarlo de nuevo. Pese a todo, los que refugian su rechazo a la verdad en muros, bunkers y alambradas, siguen afanándose en su inicuo y estéril esfuerzo.
No se dan cuenta de que el nuevo muro que están intentando construir tiene restos de graffitis indelebles, entre los que se lee algo así como Make Love Not War...

Puede que lo que dice esté borroso por el paso de los años, pero me parece que va a ser difícil de ocultar.

2 comentarios:

Javier Montabes dijo...

Pero hay que reconocer que los albañiles eran buenos. En una sola noche! y cuantos años duró!

Gracias Paco, muy bueno.

Frasesfrescas dijo...

Esos muros, búnkeres, y alambradas, aislan tanto a quien los crea como al que los sufre.
Quien se rodea de tales fronteras defensivas no hace otra cosa que ponerse cerco a sí mismo. Porque el mundo y la vida siempre quedan afuera, inabarcables.
Saludos, Paco.