viernes, 1 de abril de 2011

Aprende a decir que sí

Estamos educados en la cultura del "no". Desde niños, la sociedad nos repite todo lo que no se debe hacer que, por lo visto, son muchísimas cosas y, la mayoría de ellas, con apariencia de ser bastante buenas o, al menos, interesantes de explorar.
Pero nada, todos, erre que erre, a decirnos que si esto no está bien, que si lo otro no se toca porque se rompe, que si no hay que comer de aquello, que si aquí no se puede jugar con la pelota, que si no hay que ver tanto la televisión, que si no podemos salir a la calle sin bufanda...
Luego, de mayores, la cosa se pone peor: PROHIBIDO aparcar; NO pisar el césped; Espacio SIN humo; OTAN, de entrada NO (bueno, éste es un ejemplo poco afortunado); NO se admiten tarjetas de crédito; PROHIBIDO fijar carteles...

Sin discutir la presunta bondad de algunas de estas limitaciones, el caso es que la sociedad quiere perfeccionar la libertad del individuo, limitándola por todas partes. Y, claro, así vamos aprendiendo, casi sin darnos cuenta, que en la vida lo bueno es decir que no.
Tanto nos hemos acostumbrado a este ambiente de pro-represión generalizada que no es raro que haya quien dice "no" cuando quiere decir "sí". Para algunas personas, la negativa es un refugio protector frente a la sensación de desnudez que produce la respuesta contraria.
Es cierto que, a veces, las mismas personas que se esconden en la negación fueron de las que dijeron que sí a destiempo. Como la novia a la que cantaba Antonio Prieto.

NO COMPRE AQUÍ, VENDEMOS MUY CARO, rezaba el cartel de la famosa zapatería "Los Guerrilleros", en la calle de Hortaleza. Era el epítome del largo ensayo, nunca escrito, sobre la publicidad negativa. Los precios de aquella zapatería eran muy competitivos, como es fácil adivinar, pero con su contradictorio reclamo llamaba la atención del público. Porque, además, el cartel que gritaba su lema a los cuatro vientos era enorme.
Yo, sin embargo, nunca supe si ella vendía barato o caro. Decía que sí a casi todo lo que las mujeres suelen decir que no y viceversa. Cuando Bogart la esperaba bajo la lluvia eterna de la incredulidad, nunca pensó en la posibilidad de que le hubiese delatado a los nazis. El tiempo pasó, como vaticinaba Sam, y cuando apareció con el noble Laszlo era como si le hubiese entregado a la Gestapo en París.
A mí me daban igual las excusas de Bergman. Perdonar o no es irrelevante. No hay suficientes delfines en el mundo para borrar todo lo que escribió aquel ganador del Nobel durante tantas tardes madrileñas y eso es lo que importa.

Saber cuándo hay que decir que sí no es tan fácil. No lo enseñan en casi ninguna universidad. Y las madres se lo suelen transmitir a sus hijas de una forma tan defensiva y diferente de su propia experiencia personal que las despistan completamente. Por eso hay que aprenderlo en la vida, luchando contra los prejuicios, los miedos y las influencias de quienes nos amenazan y nos convencen de que son otros los que lo hacen. Vivir más de una vez es complicado, así que renunciar al diálogo por culpa de un temor supersticioso es, dicho sea con el máximo respeto, una tontería.

Nunca supe si ella vendía barato o caro. Y todavía no lo sé. Sí sé que aprendió algunas cosas: aprendió que los sueños no se olvidan, que el tiempo no produce escalofríos y que la libertad viene llena de cadenas. Pero no aprendió a decir que sí.
Ni siquiera cuando recibió un mensaje secreto que decía: "¿Podemos hablar?".

2 comentarios:

Pedro dijo...

Sin embargo, Paco, seguramente sabrás que uno de los trabajos mas arduos de los psicoterapeutas es enseñarle a sus pacientes a decir "no". Y no solo a los que lo necesitan por exceso de "síes". Y abundan los libros de autoayuda del estilo "¡Aprenda a decir no!". Parece ser que uno de los grandes males a los que se enfrenta una persona es no saber decir que no. Involucra a la autoestima, la culpa, el carácter y no se cuantas cosas mas.
Como todo en la vida, será una cuestión de equilibrio, "no"?

Paco González dijo...

Así es, Peter. Y ésa es la gran paradoja contra la que se lucha. La sociedad educa en la cultura del "no" y se olvida de que un "sí" a tiempo es la llave para romper el miedo injustificado y, muchas veces, irracional.
Gracias por tu lectura y comentario. :-)