viernes, 11 de marzo de 2011

Impostores

Éxito y fracaso: los dos polos opuestos entre los que discurre la vida, casi sin darnos un momento de tregua para tomar aliento.

Es cierto que cada uno de nosotros, en función de su estilo de vida, escala de valores y personalidad, da un significado distinto a esas palabras, pero, sea cual sea el concepto con el que las identifiquemos, tienen una importancia fundamental en nuestro comportamiento, en nuestros deseos, en nuestra vida, en suma.
En la época actual, no es difícil que el éxito se convierta en una obsesión que, antiguamente, estaba reservada a unos pocos. En aquellos remotos tiempos, la mayoría de los seres humanos aspiraba, tan sólo, a la supervivencia; sin embargo, en la sociedad actual (en la que, equivocadamente, damos la supervivencia por garantizada), el éxito adquiere dimensiones más ambiciosas y apunta a objetivos más arriesgados.

Si hiciésemos una encuesta, es probable que la respuesta mayoritaria a la pregunta "¿qué es el éxito para ti?" fuese "la felicidad". Pero, como en tantas encuestas, los resultados que aparecen a primera vista, hay que interpretarlos. Yo, sin ir más lejos, dudo mucho que la felicidad tenga algo que ver con el éxito. Aunque tampoco la veo ligada al fracaso, desde luego.

La sociedad de consumo, de cuyo iceberg es punta la comunicación publicitaria, ha sido motor indiscutible del desarrollo mundial gracias a fomentar el éxito como algo sublime pero, a la vez, alcanzable. Así, merced a esta prometedora paradoja, ese difuso y un tanto abstracto concepto llamado éxito, iba ocupando la posición que otrora estuviese reservada a más nobles destinos, tales como la bondad, el honor o la lealtad, por ejemplo.
El ansia por el triunfo tenía su complemento necesario en el miedo al fracaso, que se convertía en un temor casi supersticioso. El fracasado sería, según este proceso mental, un proscrito, un apestado apenas digno de compartir este mundo con los triunfadores.
Y el tercer elemento clave para sustentar este paradigma moral contemporáneo es la eliminación del factor suerte. Aceptar la fortuna como algo capaz de influir decisivamente en la consecución de la victoria o la derrota, aminora tanto el valor del éxito como incentivo de la voluntad o del esfuerzo, que su asunción en este polarizado planteamiento seudomoral, haría reconsiderar sus teorías al mismísimo Adam Smith.

No cabe duda de que es una trampa muy bien urdida, porque juega a favor de la condición humana. pero no debemos dejarnos engañar. Éxito y fracaso son dos grandes impostores que nos mienten, falseando la realidad. No sería una mala idea mezclar la adrenalina que nos produce el triunfo, con las lágrimas que genera la derrota. Es probable que obtuviésemos una sustancia balsámica, de efectos curativos para el alma.
Y es casi seguro que viviríamos en un mundo más feliz, en el que la regla principal del juego no sería "egoísmo o muerte", un mundo en el que la distancia entre esos dos polos se achataría, abriéndonos nuevas posibilidades vitales, que no pasan por superar esa terrible meta desde la que la justicia y la lealtad se ven tan pequeñas e insignificantes que, en realidad, convierten a muchos de los triunfadores en verdaderos pigmeos morales.

Éxito y fracaso: dos impostores que utilizan la insatisfacción como moneda de cambio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No alcanzar el éxito no es, por supuesto, un fracaso. Pero ya es un éxito no sentirse fracasado.

Duna dijo...

Tengo claro que la felicidad son meros instantes. Que es fugaz, y no podemos poseerla. Por tanto para mi el éxito , no está en ser feliz, sino en lograr conocerme, lograr conocer a quien quiero, y perseguir muchos de esos momentos.

Hugo dijo...

El éxito o el fracaso a nivel social pienso que debiera estar separado del nivel espiritual y moral, y allí esta la verdadera tarea del ser humano buscando no su felicidad sino su paz.- La felicidad diferentemente a lo que por lo general se piensa es demasiado inestable y frágil para sostener la vida humana y depende demasiado del éxito o el fracaso social en tanto la paz es lo que nos permite creer que aún en el peor de los fracasos somos importantes para nosotros y aquellos que nos aman.-
Es cierto que en esta sociedad de consumismo casi compulsivo el éxito se ha vuelto indispensable para mantener un status de importancia pero no se debe perder de vista la fragilidad de la existencia humana y en tanto más éxitos se logren mas expuestos y frágiles nos veremos ante la opinión de los demás, y ante el hecho de revalidad lo conseguido y el tiempo en este sentido es más que cruel Paco.-
Solo tendremos un verdadero éxito en la vida cuando hayamos conocido el fracaso primero, nos hallamos reincorporado de este y sigamos mirando hacia adelante en función no solo de nosotros mismos sino de los componentes mas bajos de la sociedad.-
Ya hemos podido ver en el desgraciado caso de Japón la tercera potencia del mundo como y de que mano pueden llegar los fracasos a este mundo.-
Mi mas grande aprecio hacia tu persona desde el sur del sur Argentina te saludo con un abrazo.- Hugo

Unknown dijo...

En esta vida que hemos construido entre todos, el éxito es tan efímero cómo un suspiro y el fracaso tan largo cómo tu vida. Lo importante es aprender a sobrevivir a los fracasos y disfrutar de los momentos en que la vida te deja sin aliento y te permite seguir respirando. Para mí, eso es el éxito.
El fracaso no deja de ser un invento del progreso con el que hay que dormir cada noche.
Un abrazo
Salvador Velasco